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El túnel pasante, la vieja idea de que los trenes crucen toda Valencia bajo tierra, con lo que la estación central dejaría de ser término y se ahorraría tiempo en las conexiones de media y larga distancia. El Ministerio de Fomento acaba de encargar la revisión del proyecto, que data de 2008 y al parecer se ha quedado desfasado. Hablamos de una obra cuyo coste estimado alcanza los 850 millones de euros y con un trazado -ahora en cuestión- que discurriría por debajo de la Gran Vía Marqués del Turia, la avenida de Aragón y la de Cataluña hasta más al Norte de la Universidad Politécnica, donde saldría a la superficie ya en la huerta de Vera (en lo que queda de ella). La música sonaría bien si no fuera porque esta misma canción ya la hemos oído muchas veces. En realidad, desde la aprobación de la ley del Plan Sur y las soluciones urbanísticas para Valencia tras la riada del 57. De aquel documento procede la aspiración de acabar con el 'cinturón de hierro' que oprimía la ciudad, tanto con trenes de RENFE como de la entonces FEVE (hoy FGV). Y algo se ha conseguido. En realidad, mucho, si pensamos en que desde su redacción en los años sesenta del pasado siglo se ha ejecutado el túnel de Serrería, que acabó con el paso de los trenes por mitad del Marítimo, y se han conectado las distintas líneas del trenet, dando origen a una moderna red de transporte metropolitano. Pero aún queda una parte sustancial para completar la prevista desaparición de las vías en superficie en el interior del casco urbano. Esa parte se llama acceso a la estación central, un proyecto que parece económicamente más asumible, al cifrarse en 340 millones de euros, una cantidad que deberán pagar entre Fomento (el 50%) y el Ayuntamiento y la Generalitat (el otro 50%). Y luego está el túnel pasante. Aunque con Íñigo de la Serna el ambiente y la sintonía con los representantes políticos y sociales valencianos es otro, el gran problema de ese túnel es que su elevado coste y su complejidad técnica acaben aparcándolo, situándolo en esa categoría de proyectos de imposible ejecución, de fantasías urbanas que no terminan nunca de concretarse y pasan de generación en generación. No es la reforma de la plaza de la Reina, que si no se lleva adelante es simplemente por la escasa aptitud para la gestión de los actuales dirigentes municipales; no es la Marina, que antes o después arrancará y enganchará inversiones y clientes; es una infraestructura que de salida se presupuesta en 850 millones de euros, con lo que es fácil pensar que pueda terminar costando más de 1.000 millones. Demasiado dinero como para ser creíble el interés del ministerio, por mucho que vaya a reformar el proyecto de 2008. Eso, al fin y al cabo, son poco más de 550.000 euros. Fer i desfer...

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