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Mª ÁNGELES ARAZO
Miércoles, 4 de octubre 2017, 10:17
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Nuestra ciudad no es de pasajes, de espacios cubiertos que acortan distancias; tal vez haya influido siempre el clima. Es urbe para caminar entre escaparates y solazarse en la calle. Paradójicamente, sin embargo, el primer pasaje que se construyó, y que perdura, el de Giner, se debe a un austriaco, el comerciante Frank Görlich, que se estableció con gran acierto en la calle Zaragoza, núcleo mercantil elitista en el siglo XIX. Importaba cristal de Bohemia, porcelanas y objetos de decoración; también mantuvo una sección de libros con publicaciones austriacas como 'Wiener Illustrierte' y 'Moderne Kunst', que buscaban profesionales de la arquitectura.
Era la zona exquisita de los muebles de casa Janini (delegada de la austriaca Konn), de los famosos abanicos Colomina, que llegaron a emplear piel de cabritilla, puntillas de Bruselas y plumas de marabú. Destacaban numerosas joyerías que mostraban estilo modernista: medallones, colgantes y broches rematados por un diamante o una perla barroca a modo de lágrima. Las señoras eran fieles al Buen Tono, la perfumería que en 1980 aún conservaba dos placas de yeso de un acentuado modernismo francés: 'L'Eté' y 'L'Hiver', relieves alegóricos con damiselas entre guirnaldas vegetales, de las que utilizaban borlas de pluma de cisne para empolvarse la frente, nariz, mejillas y barbilla.
Y en la lista de renombrados comerciales seguirían la Pastelería Burriel, la Casa del Aluminio y el Bazar Giner -con todos los juguetes que un niño podía soñar. Más tarde, a la entrada del Pasaje cobraron gran popularidad los Almacenes España, que instalaron una enorme jaula con pájaros exóticos, pequeñas cotorras y periquitos verdes y azules. La distinción cedía paso al público medio, a las tiendas de mercancía cotidiana, y así llegó la popularidad de 'Las Columnas', donde las señoras aprendían a tejer difíciles puntos de lana, tanto para una chaqueta como para un tapiz.
Hoy, el Pasaje Giner, lleno de artesanía y olor a bocatas, sigue palpitante porque nos lleva al original Mercado Tapinería. Resucitó milagrosamente.
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