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ESTRATEGIA

FERRIOL MOYA

Sábado, 17 de marzo 2018, 09:43

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Recuerdo unas navidades de hace unos años, cuando el entonces conseller Rafael Blasco decidió agasajar a los periodistas que seguíamos la información política con una edición de bolsillo de El Príncipe de Maquiavelo. Por aquel entonces no existía el caso Cooperación y a Blasco se le tenía por uno de esos aparateros de la vieja política que había sabido subirse bien al carro de la gestión pública -demasiado bien, a la vista de los acontecimientos-. A Blasco siempre se le tuvo por buen estratega, de esos que anticipaba el movimiento del contrincante y ofrecía tres alternativas posibles, todas ellas perfectamente creíbles, para desconcierto de sus adversarios y gloria del presidente con el que trabajara en ese momento. No es mala cosa eso de tener estrategia. Avanza el calendario y se acerca ese momento, no exento de tensión, en el que las organización políticas se ponen a elaborar candidaturas -llevan meses pensando en ello, ahora sólo queda ponerlo negro sobre blanco-. La estrategia, podría decirse, es también esa norma no escrita que viene a reducir la acción política durante la legislatura a dos momentos muy concretos: la elaboración de candidaturas y los congresos de los partidos. Y a ese objetivo se enfoca todo. Uno piensa en la situación de Gabriel Echávarri y en cómo el PSPV sostiene en su cargo a un señor que, objetivamente, no le puede estar reportando en este momento nada positivo a su partido ni, lo que debería ser más importante, a su ciudad. Y tiene que acabar concluyendo que con el 'merder' instalado también en la poderosa agrupación socialista ilicitana, de incierto resultado en su próximo congreso local, levantar dos pisos a Echávarri y dejar que la calle Ferraz imponga una gestora en la capital alicantina no sería la mejor solución. ¿Perder el control de Elche y también el de Alicante? Ni el peor estratega de la cuarta planta de Blanquerías contempla ese horizonte como una solución, por más desgaste electoral que pueda generar el poliimputado alcalde alicantino o el guirigay montado en Elche. Primero, controlar las agrupaciones locales del partido; y ya después, lo demás. Todo ello, para mayor gloria de Ángel Franco, ese señor que hace y deshace en el socialismo alicantino y con el que esos discursos de la renovación y demás no van. Es bueno que haya estrategia -mejor tenerla que no tenerla, ¿verdad Alberto?-. Más discutible puede resultar tenerla a cualquier precio, o condicionar incluso el éxito electoral a la victoria en el congreso del partido. Sostener a Echávarri puede facilitar la recuperación de la alcaldía de Alicante para el PP. Forzar su salida implicaría empezar a perder el control orgánico del partido en toda la provincia. Y por sorprendente que parezca, la prioridad es lo segundo, no lo primero.

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