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Me declaro cansino con este asunto pero me niego a eludir el debate del fútbol base. Hablo de mi libro, del alevín C del Juventud Chiva C, donde juega mi hijo Alexis, una mezcla de Zaza y Santi Mina. Un delantero sin mucho gol pero pesado como él solo. El alevín C del Chiva está formado por niños de primer año -excepto uno- y por circunstancias juegan en una liga de segundo año. Esto quiere decir que en muchas ocasiones futbolistas de 10 años se enfrentan a otros de 12. De partida, la complexión física de unos y otros es evidente. Ha habido partidos que el jugador más bajito del otro equipo es igual que el más alto de los nuestros. Además, el fondo de banquillo del Chiva es exiguo. Ayer visitó el Vista Alegre el alevín B del Monte Sión, el equipo menos goleado de la categoría, tercero en la tabla y con algún niño sobre el 1,60 de altura. El partido de ida en Torrent se cerró con un marcador de 6-0 para el Monte Sión -el Chiva sólo aguantó en el marcador durante la primera mitad (1-0)-. Ayer, a priori, los visitantes verían como un trámite el partido ante unos chicos de la cola de la tabla. Al descanso se llegó con un trabajado empate a cero y visto que el partido parecía complicarse, el entrenador del Monte Sión puso en práctica el antifútbol, la peor enseñanza de las escuelas. El saque inicial de la segunda mitad fue un disparo directo de un niño a portería. La forma más rápida de marcar y la más fea de enseñar. Eso no es fútbol. El balón lo escupió el larguero como sinónimo de justicia divina. El alevín C del Chiva nunca dejó de jugar al fútbol, con sus armas, pero al fútbol. El esfuerzo llevó el 1-0 al marcador y la desesperación al Monte Sión. La siguiente jugada, otra vez, disparo desde el saque central para buscar el empate. De nuevo el antifútbol a escena. El Monte Sión es un equipo al que no le hacen falta las malas prácticas para ganar un partido. De hecho, a la salida de un saque de esquina empató por envergadura y poco después remontó y se puso por delante. El alevín C del Chiva, los más pequeños de la categoría, no echaron mano del antifútbol para tratar de engordar su marcador. Y eso que también tienen niños con disparo. Ellos siguieron con el fútbol, con su fútbol. La victoria tenía pinta de visitante, los tres puntos de las malas prácticas, legales pero feas. Pero los pequeños del Chiva insistieron y el último minuto les dio un empate con sabor a victoria, con gusto a fútbol. El Monte Sión, antes de que el árbitro pitara el final del partido, todavía intentó el triunfo con un disparo desde el saque central que se fue por encima del larguero. Hubiera sido la victoria de la indignidad de su entrenador, incapaz de enseñar a sus futbolistas. Quizá es hora de que se prohiban los goles directos desde el saque de centro en el fútbol 8 por el bien de los niños.

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