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ENCUESTAS EN CALIENTE

ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·

Es lógico que el PSOE haya mejorado con una escenificación pensada para el aplauso general. La cuestión está en ver lo que dura

María José Pou

Valencia

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Lunes, 11 de junio 2018, 11:52

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Las encuestas son el tensiómetro de los partidos. Para ellos, saber cómo anda su salud pasa por preguntar a los ciudadanos cuáles son sus intenciones, sus preferencias o sus opiniones acerca de las acciones políticas. Por eso, no es de extrañar que, a la mínima, pongan el brazalete en torno al brazo electoral y aprieten hasta detectar si deben preocuparse o no. Es lo que sucede ya estos días con los primeros sondeos en torno a la moción de censura y a la formación del nuevo gobierno.

Algunos de esos datos hablan de una subida notable del PSOE con su golpe de efecto de la semana pasada, y otros pronostican que no es tanta como pueda parecer. Es el modo de desinflar un globo que hemos visto crecer en pocas horas y que entronizaba a un Sánchez revestido, de pronto, de toda la autoridad que se le negaba apenas meses antes. Lo más curioso, en cualquier caso, es ver el truco de magia que a veces se les presenta a los ciudadanos desde la propia prensa. Se dice: «Oh, admírese con este elenco de selectos para el banco azul» y, acto seguido, se presenta como noticia que los ciudadanos admiran la elección de los ministros. Cierto es que está exagerado por los plazos y la simplificación de la frase, pero no se va mucho de la realidad. Evaluamos algo como adecuado y luego contamos que a los ciudadanos les parece adecuado. Tiene algo de trilero. Con las noticias sobre el gobierno Sánchez han sido muchas voces las que han aplaudido y ponderado su preparación y moderación. Lo raro sería ahora que los ciudadanos, que no conocen a los ministros y se fían de lo que decimos los que opinamos en público de ellos, se situaran en el punto opuesto al de la 'opinión publicada'.

Desde ese presupuesto es lógico que el PSOE haya mejorado con una escenificación pensada para el aplauso general. La cuestión está en ver lo que dura, en constatar si es una apuesta de futuro que convence o son meros fuegos de artificio que asombran durante veinte minutos pero olvidamos a las 48 horas. De lo que no hay duda con esta jugada es lo mucho que les va a costar a los partidos pequeños y recién llegados hacerse un hueco entre los grandes más allá de servir de calza para que la mesa no se mueva o bufón para entretener al electorado hasta que se recompongan los hermanos mayores.

Igual que se pide no legislar en caliente, deberíamos plantearnos de qué sirve tomar el pulso en caliente, justo después de conocerse un caso de corrupción, de tener éxito en un debate parlamentario o de ejecutar una acción diseñada para hacer subir, precisamente, esas encuestas. Para tomar bien la tensión, dicen los expertos, conviene llegar con tiempo al médico, sentarse un rato, descansar, respirar con calma y, después de todo eso, tomarla al menos tres veces. Justo eso es lo que nos dará un buen diagnóstico electoral: dejar que este gobierno se ponga en marcha y luego, más adelante, preguntar cómo lo ve el ciudadano.

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