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LA ELECCIÓN DE LOS IGLESIAS-MONTERO

PABLO ROVIRA DELEGADO DEL PERIÓDICO MAGISTERIO EN LA COMUNITAT

Martes, 22 de mayo 2018, 10:43

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Al escribir estas líneas, es difícil no caer en la ironía, en el sarcasmo, en poner en un espejo la apariencia de incoherencia ante la aspiración burguesa que rezuma la compra, con hipoteca incluida, del chalet en las afueras por parte de los líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Irene Montero. Cierto, la compra parece irradiar incoherencia con su discurso, pero eso se cobra, si hay que pagarlo, en esa política de gestos y emociones que nos arrincona. A mi, en lo personal, que una familia busque su felicidad común me parece estupendo.

En esto, ya lo decía Tolstoi al inicio de Ana Karenina, «todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera». Quien ha pasado por la circunstancia de tener niños sabrá que en la dicha uno, ambos, comienza a tomar decisiones.

De la noticia, una de las justificaciones para la compra de la vivienda que me ha llamado la atención es que han valorado la cercanía de un colegio público con un proyecto pedagógico del agrado de la joven familia. Y algunos siguen viendo la incoherencia en sus palabras sobre el ático de Guindos... «Las familias dichosas se parecen», y los padres preocupados por la Educación también y por eso pensar en el futuro colegio forma parte de esas decisiones importantes. Se llama «elección de centro», un concepto que las familias quieren poder ejercer.

A veces es difícil identificarlo. Por ejemplo, cuando una familia sólo pretende ir al colegio que hay al lado de su casa. Parece una decisión lógica -en cualquier caso, es la decisión mayoritaria- y por eso se hace incomprensible que en el proceso de admisión manden a tu hijo a un centro más lejano. En dicha circunstancia, en cambio, nadie dice «bueno, no tengo derecho a elegir, que mi hijo estudie según convenga a la planificación educativa», sino pregunta y reclama y sólo cuando no queda opción, se resigna.

La preferencia por un colegio público de la zona por parte de la familia Iglesias-Montero, según aseguran los medios, también puede quedar enmascarada por los apellidos que adjudicamos a las decisiones. Ya saben, el valor de una casa (600.000 euros) se relativiza si es para vivir o para supuestamente especular. La elección de un colegio se 'moraliza' según su titularidad. En el fondo, esto es cambiar el discurso: reconocer el derecho a la elección de centro pero sólo en los centros que se califican de elegibles. A mi juicio, si se reconoce esta capacidad de elección a las familias, los poderes públicos deben recabar y respetar esta decisión y no sustituirla desde el capricho ideológico.

El tener dinero tiene dos formas de garantizarse la libertad de elección de centro: la matrícula en un centro privado o la adquisición de una vivienda en la zona del colegio que se quiere, sea público o concertado. Con los años, volverá el enmascaramiento, se recordará la elección de un centro público cercano al hogar, pero eso será porque la elección real se hizo, incluso, antes de que los niños nacieran.

«En Galapagar además viven muchos amigos con los que nos gustaría que nuestros hijos pasen tiempo», señalaba en su Facebook Irene Montero. Si es que no se puede estar más de acuerdo. Los padres preocupados por la Educación de sus hijos también atienden a su socialización, a su círculo de amistades, combinen o no con el círculo escolar. En unos años también decidirán sobre sus extraescolares, si el centro educativo es bilingüe o no, y discutirán si el niño o niña tiene muchos deberes...

Los responsables de Podemos no lo verán así, pero ese es el novedoso prisma que ha recogido el TSJ-CV en su última sentencia sobre el plurilingüismo: la libertad de elección, también, en la lengua vehicular de los hijos. Y desgrana estos días este periódico cómo, gracias entre otras cosas a la ley apoyada por este partido, la desaparición de la doble línea lingüística en un mismo centro ha menguado esta capacidad de elección.

Los padres, como los Iglesias-Montero, quizás pueden buscar un chalet en alguna urbanización a cuarenta kilómetros de la capital, en las poblaciones castellanohablantes de Chiva o Buñol, para asegurarse esta libertad lingüística que ha quedado reducida en Valencia.

Las familias que estos días van a presentar los papeles de admisión en los colegios, estoy seguro, prefieren elegir colegio a que elijan otros por ellos. Porque todas las familias que se preocupan por la Educación se parecen, sean o no líderes de un partido.

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