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Otra vez la educación a la palestra

EDUARDO BENLLOCH GARCÍA

Martes, 27 de febrero 2018, 11:40

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Cuando nos enfrentamos a un problema debemos empezar, si se quiere llegar a una resolución pronta y lógica, por definir bien el problema, a tratar de no disfrazarlo con palabras que eludan una clara definición. Traigo esta reflexión a colación por la vuelta a aparecer en el panorama de la reforma educativa del traído y llevado MIR educativo, como si la palabra MIR (Médicos Internos y Residentes) fuera una pócima mágica que nos llevara directamente a la resolución.

Mal se empieza a tratar el tema cuando se recurre a un acrónimo que nada tiene que ver con la formación del profesorado. El MIR, efectivamente es un sistema postgrado para la formación médica, pero no es un sistema de formación práctica sólo, sino que fundamentalmente es un sistema reglado para adquirir formación especializada, teórica y práctica, en multitud de áreas que no son tratadas con la suficiente profundidad teórica -y menos aún práctica- durante la licenciatura, que se ha mostrado eficaz y eficiente durante muchos años a lo largo de los cuales ha ido evolucionando paulatinamente. Su carácter voluntario, aunque aporta unas ventajas curriculares y de desarrollo profesional que lo hacen vivamente deseable, su acceso por una prueba unificada a nivel de todo el Estado cuyo resultado permite elegir la especialidad y el lugar de su realización -pudiendo valorar el demandante de plaza la localización o la excelencia del centro a su conveniencia dependiendo de su resultado en la prueba-, su sistema continuado de evaluación y el trato directo y estrecho entre el personal de plantilla (los docentes) y los residentes (discentes), la voluntariedad de la participación de los centros y los servicios en el sistema, sin obviar que los docentes no son remunerados al margen de su trabajo en el Centro puesto que se sobreentiende que la obligación de un profesional médico público incluye -en diversa proporción- la asistencia, la docencia y la investigación.

En los programas que se pretenden implantar para mejorar la capacitación y la preparación del profesorado, sobre todo en las enseñanzas primarias y secundarias obligatorias, lo que parece apuntarse es la necesidad de la adquisición de habilidades prácticas para llevar los conocimientos adquiridos a la realidad de un aula con niños de diversa condición. Como en otras muchas áreas de formación -universitaria o no- los conocimientos teóricos ya deben haber sido adquiridos y demostrados, falta ponerlos en funcionamiento en situaciones reales para adaptarlos a las necesidades, que en este caso se trata de grupos de niños concretos.

Decía el profesor Llobet que «los profesores empiezan enseñando más de lo que saben, después enseñan ni más ni menos lo que saben, y terminan enseñando a sus alumnos lo que estos son capaces de entender» ('Adiós a la Universidad'). Esto requiere un proceso adaptativo, de adquisición de habilidades que no se puede enseñar desde la teoría, que hay que poner en juego en la docencia práctica, que puede iniciarse tutelada pero que indudablemente durará todo el tiempo que el docente esté en activo.

No estoy en condiciones de opinar sobre si este tiempo tutelado debe ser corto o largo, o de cómo debe ser remunerado, pero lo que es indudable es que cualquiera que se dedique a la docencia, sobre todo en niños, debería haber tenido la oportunidad de iniciarse en estas habilidades de forma reglada. Esto hace poco sensato que se quiera realizar un examen de acceso, aunque si lo hubiera yo sería partidario de que fuera a nivel nacional, puesto que se trataría de acceso a determinadas plazas de formación que pudieran ser mejores o peores en función del centro donde se cursara (paso por alto el problema de la certificación de los centros y los elevados costes). No estaría mal, que como en el caso de los MIR, esto promoviera la movilidad intercomunitaria. En cuanto a la propuesta actual socialista de hacer la prueba de acceso antes de empezar la formación universitaria evaluando competencias y habilidades sociales o la capacidad de tratar con niños, en vez de conocimientos, es difícil de desarrollar con ecuanimidad dado que implicaría posiblemente alto riesgo de valoración subjetiva.

Todos los partidos, y todos los ciudadanos biempensantes, coinciden en que hay que mejorar la formación del profesorado, pero como en otras muchas cosas las soluciones difieren en tan gran medida que es difícil ser optimista respecto del resultado final.

Bertrand Russell señalaba dos aspectos importantes a tener en cuenta: 1) «Antes de emitir una opinión definida acerca de la educación que nos parece preferible, debemos tener alguna idea de la clase de persona que deseamos producir»; y 2) «La suma de conocimientos humanos y la complejidad de sus problemas están en progresión creciente; por ello, cada generación debe revisar detenidamente sus métodos educativos, si quiere renovarse» ('Sobre la educación'). O sea, pensar primero en los niños y en su futuro y luego, pero inseparablemente, en los métodos para obtener los mejores resultados.

No es baladí seguir las indicaciones de Russell puesto que nos enfrentamos a un futuro que va a ser muy diferente a la sólida estabilidad laboral del pasado. Los niños actuales deberán tener una preparación que les permita afrontar «la principal exigencia del mundo laboral actual: la flexibilidad. Nuestra época líquida solo nos exige un requisito a nosotros, nativos líquidos: ser expertos en flexibilidad... La prolífica vida profesional del presente se basa sobre todo en competencias movilizadas, aquellas que sirven, por encima de todo, para afrontar situaciones novedosas». (Bauman Z.&Leoncini Th.; 'Generación líquida'). Si esto se puede apuntar de nuestro momento actual no podemos pensar que el futuro será parecido a lo que fue la educación el siglo pasado. Los niños actuales merecen un esfuerzo común y coordinado de toda la sociedad para prepararlos mejor para ser los «futuros expertos en flexibilidad», no sólo para acumular más conocimientos. Cómo pueda ser esa tarea es lo que esperamos de los educadores y para eso hay que formarlos mejor a ellos, y muy probablemente de forma diferente.

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