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Eclipsados por Cataluña

El desafío secesionista lo acapara todo. Cierto. Pero la parálisis en muchos ámbitos, como ocurre en Valencia, tiene bastante más que ver con la falta de gestión que con el soberanismo

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Jueves, 19 de octubre 2017, 10:51

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Cataluña, Cataluña y Cataluña. Y dale que te pego. Por la mañana, por la tarde y por la noche. Enciendo la radio al despertar y me topo ya con una entrevista a Oriol Junqueras y su mundo irreal. Me dirijo a comer y, antes, de aperitivo, Forcadell acapara la atención con una de sus actuaciones o decisiones estelares al frente del Parlament o uno de sus muchos tuits delirantes. Como, vuelvo al trabajo y le toca el turno a la CUP y su república independiente. De merienda, más fugas de empresas (¿queda alguien ahí?) y, por la noche, para despedir el día, requerimientos que siguen sin llegar o manifestaciones en la calle contra decisiones judiciales por atreverse un magistrado, o magistrada, a aplicar la ley cuando se delinque.

Lo confieso: necesito saber que hay vida más allá de Cataluña. Por eso me empleo a fondo desde hace días en analizar cuanto ocurre a mi alrededor. En mi ciudad. En el día a día de miles de valencianos. Y, sólo desde el lunes, me he topado con cientos de licencias pendientes de tramitar por parte del Ayuntamiento para nuevas obras y negocios. 1.194 exactamente, las equivalentes a cuantas se conceden en un año.

También con presentaciones de nuevos planes para acelerar actuaciones en colegios. Brillante iniciativa la de construir 200 centros educativos y reformar otros 500 si no fuera porque del anterior plan presentado en enero de 2016 y, según los datos de la propia conselleria, sólo se han puesto en marcha 16 y otros 18 están actualmente en construcción. Vamos, que el 85% de las mejoras en colegios prometidas el año pasado no se han iniciado.

Pero hay más. Los horarios comerciales, esas aperturas que había que revocar de inmediato cuando el nuevo gobierno autonómico accedió al poder para salvar al pequeño comercio, siguen enquistadas y sin solución definitiva 27 meses después.

Cataluña lo ha eclipsado y paralizado todo, oímos con insistencia a la clase política. Lo primero, cierto. Lo segundo, muy cuestionable.

El informe mensual de ejecución del presupuesto municipal revela, por ejemplo, que a 30 de septiembre Ribó sólo ha acabado la cuarta parte de las obras previstas para este año. Y que diez delegaciones no han concluido absolutamente nada. ¿Cuánto puede haber influido el referéndum ilegal del 1 de octubre para que el Ayuntamiento tarde trece meses en comprar una decena de coches para la Policía Local pese a que sólo se presentó una oferta?

El desafío soberanista ha servido durante años para tapar la gestión en Cataluña. ¿No hay desempleados? ¿Cuántos? ¿Ni listas de espera? ¿Tampoco infraestructuras escolares en pésimas condiciones? Convendría no caer en la misma trampa. Una cosa es que la actualidad en Cataluña, como volverá a ocurrir hoy, ocupe las aperturas de periódicos e informativos desde hace meses y otra muy distinta que el tsunami catalán esté permitiendo que asuntos tan graves como la falta de gestión de la Administración pasen desapercibidos.

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