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Divide y perderás

Los políticos de ahora son expertos en desunir. Quizás sea el signo de los tiempos o su propia miopía, incapaz de ver a largo plazo

Mª JOSÉ POU AMÉRIGO

Lunes, 25 de junio 2018, 10:52

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Cuando pensamos en grandes políticos de nuestro tiempo tendemos a visualizar a aquellos que han sido capaces de unir a un pueblo y hacerlo grande, o ayudar a sus ciudadanos a superar una etapa especialmente dura aglutinándolos en torno a una causa mayor: su supervivencia como pueblo. Pienso en Winston Churchill, Helmut Kohl o Adolfo Suárez y veo a dirigentes que han dejado a un lado el cálculo político cuando ha hecho falta para unir al Reino Unido contra el fascismo; a la Alemania dividida por la Guerra Fría o a la España que salía de una Guerra Civil y cuarenta años de Dictadura. Ellos, aun con todos sus defectos, supieron entender que su país solo podía afrontar el terrible reto que tenía delante si actuaba unido. Y lo lograron.

Los políticos de ahora, en cambio, son expertos en desunir. Quizás sea el signo de los tiempos o su propia miopía, incapaz de ver a largo plazo. La cuestión es que su egoísmo político, centrado en el resultado electoral más próximo, y sus estrategias de partido para no caer en desgracia, abatido por fuego amigo, suelen catalizar en decisiones que enfrentan, que oponen y que provocan división. Los políticos del siglo XXI son lo opuesto a los grandes líderes del siglo XX: en lugar de unir, dividen. Lo hacen para rentabilizar esa desunión en beneficio propio, demonizando al otro, exagerando lo que separa y ocultando lo que une, en definitiva, marcando las diferencias para afianzarse en su liderazgo. Lo veo en Inglaterra, profundamente separada por un Brexit que es el principio del fin de la Unión Europea. Poco importa que miles de ciudadanos se manifestaran hace dos días por las calles de Londres exigiendo que se les consulte antes de que formalice el pacto Theresa May. Ni revirtiendo la decisión, se soluciona la brecha ya presente en la sociedad británica. El torpe cálculo de un dirigente endeble, David Cameron, abrió una caja de Pandora imposible de cerrar de nuevo. En España, como en Italia, la diferencia entre un Norte rico y un Sur empobrecido se ha aprovechado en beneficio de políticos locales que duplican ad absurdum el gasto de puro funcionamiento. En ese contexto, el abuso de un discurso localista para ocultar la propia rapiña ha llevado a la paradoja de que una parte de los catalanes piten al representante de su causa contra el 'tirano', como ocurrió en la apertura de los Juegos del Mediterráneo en Tarragona. Los seguidores de Quim Torra lo achacan a manipulaciones. Piensa el ladrón. Lo único cierto es que resulta atípico encontrar discursos de consenso, propuestas de unión -más allá de las puramente estratégicas para tumbar a otro- y visiones de servicio al bien común. Vivimos en el reinado del bien particular.

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