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«No hay dinero». El mensaje fue claro y directo. Tan contundente como la situación económica del Valencia. La real. La frase fue del presidente del Valencia, Anil Murthy, durante la estadía del equipo en Evian. El director general, Mateo Alemany, respondió con estudiada sorpresa en el palco del estadio D'Octodure de Martigny ante la pregunta sobre la falta de liquidez. «¿No hay dinero? Y eso quién lo dice», vino a decir el balear. Al final, el papel de hombre malo y hombre bueno entre ambos que tan bien le viene a este Valencia. El tiempo le dio la razón a todos. A Murthy porque la verdad es que no había ni por ahora hay dinero para grandes fichajes. Y a Alemany porque convirtió las escasas monedas en un buen botín y a lo que no pudo llegar logró que se lo dejaran fiado. Esa es la clave de este buen Valencia. El presidente, en su mensaje navideño, habla para ganar tiempo. Los fichajes pueden llegar pero no de cualquier manera. Y si aparecen que no sea para poco tiempo. Y si se puede que el gasto sea el menos posible. Y siempre hay condicionantes porque la situación deportiva es buena pero la económica no brilla con la misma intensidad. Si la primera parte, la que se juega en el césped, resulta exitosa a final de la temporada se podrán abrir nuevas puertas en los despachos. La realidad, ahora mismo, no pasa por otro camino que no sea el de la austeridad. Alemany y Murthy no han escondido nunca la necesidad de vender jugadores. De hecho en la auditoría de las cuentas, negro sobre blanco, se refleja una obligación cifrada en 45 millones de euros. La verbalización de las ventas siempre se hace con más contundencia que la ilusión de las compras. El Valencia ha cerrado las dos últimas campañas con unos números tan rojos que hipotecan cualquier otro movimiento. Y más con la llegada del nuevo año, donde Bankia espera a la vuelta de la esquina para empezar a pagar unos créditos del que ya se han abonado los intereses. Y junto al asunto del banco temas inciertos como la multa de Bruselas, más cercana al pago que a la absolución, y el asunto de Porxinos que a día de hoy, mientras nadie diga lo contrario, es libre de contencioso contra el Ayuntamiento de Riba-roja, que sigue a la espera de acontecimientos. A nivel personal prefiero el discurso de Murthy que el de Lim. Este verano el presidente aseguró que el equipo se confeccionaría bajo el parámetro del bajo coste y no engañó. Y la dinámica ahora es la misma. Primero por necesidad y, en segundo lugar, porque se ha demostrado que no hace falta el talonario para armar un equipo de garantías. Eso no quiere decir que las guindas no mejoren el pastel. Lim, en cambio, anunció por Navidad que nunca vendería a los mejores jugadores y hasta ahora no ha parado de poner lazos a cambio de millones.

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