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El prestigioso Observatorio Panamericano de Dermatología y Enfermedades Cutáneas ha iniciado un ambicioso estudio con deportistas de distintos ámbitos para tratar de averiguar qué efecto produce la presencia de tatuajes en la piel en el rendimiento de los profesionales. Al parecer, existe la sospecha de que un exceso de pintura podría restringir las capacidades competitivas de los afectados. Al igual que los boxeadores deben ser pesados sin apenas ropa, para conocer con exactitud el número de kilos que dan en la báscula, el grupo de investigadores comandados por el doctor Sepúlveda -eterno candidato unos años al Nobel de medicina, otros al de química, incluso algunos al de la paz- maneja como idea inicial de su trabajo la necesidad de conocer con exactitud a cuánto asciende la tinta introducida en la dermis de los futbolistas, el deporte en el que se registra un mayor número de casos de adicción a los tatuajes. Pero, como es evidente y a nadie se les escapa, esta vía está condenada al fracaso, pues los tatuajes ya no son como los matrimonios canónicos de antes -aquello que decían en las películas, que no en la realidad, de «lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre»- sino mucho más sólidos, hasta el punto de que salvo los bolsillos muy bien provistos es muy difícil borrar la huella del ser humano en forma de dibujo, letras, números, símbolos o lo que sea, por lo que a ver quién va a pesar lo que no se puede separar del cuerpo... En cualquier caso, se conoce ya un avance del estudio del Observatorio y la clasificación que establece según el número de tatuajes: categoría A o normal, uno o dos tatuajes, habitualmente pequeños: no tiene afección alguna en el desarrollo del deportista, es algo muy frecuente, sobre todo entre los jóvenes y no presenta mayores complicaciones. Categoría B o avanzada, entre más de dos y diez tatuajes: aquí ya asistimos a un cuadro preocupante, con posible incidencia en momentos clave; nos encontramos ante una persona con problemas que necesita la tinta en su cuerpo como el alcohólico un vaso de vino. Categoría C o enfermiza, entre once y dieciocho tatuajes. Aquí asistimos a un caso clínico, de ingreso inmediato en un centro de tratamiento para su desintoxicación, con claro perjuicio en su rendimiento en el terreno de juego o en la cancha. Categoría D, psicótica, diecinueve o más tatuajes, casos excepcionales que deben ser tratados por un psiquiatra, de muy difícil solución, reflejo de una infancia complicada o de graves alteraciones en el comportamiento. Los científicos concluyen que es imposible que, por ejemplo, un portero con diecinueve tatuajes ofrezca garantías bajo los palos. Y ponen un caso reciente para demostrarlo, el de Karius en la final de la Champions League. ¿Será verdad o una fake new?

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