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DEVOCIÓN POR EL PASTICHE

PABLO SALAZAR

Jueves, 22 de febrero 2018, 18:25

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Terminan las obras para cerrar la cubierta del Ágora y lo hacen tal cual estaba previsto, sin las lamas móviles que diseñó el arquitecto Santiago Calatrava. Sabido es, aunque obviamente él jamás lo reconocerá, que este edificio se lo coló el genio de Benimàmet al PP básicamente para tapar el Oceanogràfic de su maestro pero competidor Félix Candela. Sólo así se entiende su posición forzada, casi encajada a golpes, en un entorno que lo que precisaba era justamente lo contrario, que los iconos respiren. Ahora, años después, se concluye para albergar un Caixa Fórum, un contenedor cultural, aunque no se pensó para eso. Y es casi imposible a partir de este caso no llegar a la conclusión de que en Valencia ciudad hay como una tendencia al pastiche, a soluciones provisionales que mezclan estilos y funciones, o que dejan por terminar los proyectos. Podríamos empezar, claro está, por el Miguelete pero por no irnos tan lejos en el tiempo nos centraremos en obras más recientes. Algunas, del propio Calatrava, como el Hemisfèric, que en un principio pensó con una cubierta móvil que simulará el párpado del ojo que se abre y se cierra pero que finalmente descartó por su coste y complejidad. O el Museo de las Ciencias, al que tuvo que añadir unas escaleras de incendios exteriores que indudablemente afean el conjunto. Por no hablar de su puente 9 d'Octubre, tal vez su trabajo en Valencia más desconocido y sin embargo el más apreciado por los profesionales, diseñado con un estanque en el que se reflejara la estructura interna, una lámina de agua que tampoco se hizo por su elevado coste. Podríamos fijarnos en otras obras públicas, como el complejo del mismo nombre del puente, 9 d'Octubre, con la vieja cárcel Modelo reconvertida en oficinas, rodeada y empequeñecida por cuatro torres a las que aprisa y corriendo hubo que añadir una estructura de lamas que impidieran que el sol convirtiera las dependencias en un microondas, es decir, justo lo que décadas antes ya ocurrió con el Palau de la Música. O por no centrarnos sólo en lo público, cabría recordar el pastiche perpetrado en el viejo Mestalla, con una ampliación que iba a ser una cosa y acabó siendo otra y que, como tantas otras veces, tampoco se concluyó. O el nuevo estadio, inacabado, en Costes Valencianas, futuro objeto de los amantes del pastiche, un recinto que iba a tener capacidad para 75.000 espectadores, con una cubierta única, el más moderno y avanzado del mundo... y que ya veremos si algún día se termina. Cualquiera defiende que se haga el Ágora como estaba previsto, con lo denostado que está Calatrava y con el mayor coste que eso supondría. Sigamos pues con esa tendencia propia de esta ciudad del producto inacabado, mal mezclado, improvisado, terminado de cualquier manera.

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