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Una decisión impecable, una elección inevitable

Las bases tendrán que elegir entre el Podemos que pretendía asaltar los cielos y el que se conforma con vivir en la sierra

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 23 de mayo 2018, 10:29

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La de comprarse un casoplón tirando a hortera -rodeno a espuertas, columna románica de pega, cama con dosel, y sobre todo ese inenarrable lavabo en forma de mona de pascua que ya forma parte de nuestro 'Celtiberia Show'- tal vez no fuera una decisión estéticamente acertada. Pero la que acaban de adoptar Pablo Iglesias e Irene Montero de someter el asunto a la consideración de sus militantes haciendo depender de su respuesta su continuidad en los cargos que ocupan sí que es, en cambio, una decisión políticamente impecable. La que en cualquier democracia que se precie toca adoptar cuando sus máximos dirigentes plantean un giro copernicano en la política seguida hasta el momento, que ni había podido ser predicho por sus votantes, ni por lo tanto se hallaba legitimado por el apoyo que éstos les habían brindado al encumbrarlos.

Porque de eso y no de otra cosa se trata. El problema con la mansión de Pablo Iglesias e Irene Montero no es ni su discutible gusto, ni su considerable precio, sino el hecho de que su adquisición implique una enmienda a la totalidad a los postulados ideológicos que Podemos ha venido teniendo desde su fundación, amén de un rotundo corte de mangas a la estrategia comunicativa sobre la que ha venido asentando su gradual crecimiento. No creo que sea necesario extenderse en exponer unas contradicciones que han comentado ya una miríada de analistas políticos, pero sí que lo es subrayar que un cambio de paradigma de este calado exige inexcusablemente una consulta a la militancia como la que se ha planteado. Eso sí: siempre que las bases de Podemos entiendan qué es lo que el partido se está jugando con la misma claridad que sus lideres lo han hecho, y -sobre todo- que obren en consecuencia. Que entiendan que lo que está en juego no es tanto la continuidad de su Secretario General y su portavoz parlamentaria, como la de un proyecto político sustentado desde sus orígenes sobre la yuxtaposición entre la gente corriente y la casta política, de todo punto incompatible tanto con los gustos de nuevo rico de sus dos principales dirigentes, como con su pretensión -si no explícita, sí implícita- de seguir viviendo de la cosa pública cuando menos durante las tres décadas que tardarán en acabar de pagar su vivienda. Vaya: que el Podemos que pretendía asaltar los cielos y el que se conforma con vivir en la Sierra son entes de razón sustancialmente incompatibles, y que toca elegir entre uno y otro.

Eso sí: ya metidos en harina creo que Iglesias y Montero deberían haber apurado aún más su órdago, y haber dejado dicho que de ganar el 'sí' en la consulta que acaban de proponer, su liderazgo al frente de Podemos se consideraría automáticamente prorrogado hasta el año 2048. Que a este paso el que no va a ganar para sustos es el clarividente analista de riesgos de la Caja de Ingenieros que firmó la concesión de su hipoteca.

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