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Domingo de resurrección. Cuatro y cuarto de la tarde. En un estadio llamado Butarque juegan el CD Leganés y el Valencia CF. Me pilla trabajando, por lo que de vez en cuando me levanto de mi mesa para acercarme al módulo de Deportes donde, como es lógico, tienen la televisión encendida con la retransmisión del encuentro. El partido es soporífero, un auténtico tostón, pesado, sin apenas juego, sin nada reseñable, sin remate, especialmente en una primera mitad de crimen y castigo. Ideal para dormir la siesta, como aquellas películas que ponía Canal 9 los sábados por la tarde después de comer, 'Una de l'Oest'. La veías empezar, asistías a los primeros tiros entre indios y vaqueros (los tiros los pegaban los vaqueros, los indios no hacían más que dar vueltas alrededor de los carromatos, así acabaron, claro) y a una pelea en la cantina entre el sheriff y los malos, pero cuando llegaba la persecución a caballo ya te habías quedado sopa. Actuaba como una especie de somnífero. También es verdad que les hablo en una época en la que era joven y después de una salida de viernes noche se imponía la siesta sabatina. Ahora hay partidos de las cuatro de la tarde que tienen ese mismo efecto, como la pastillita que necesita el insomne, mano de santo. Imagínate un Getafe-Málaga en ese estadio que está siempre medio vacío, el Coliseum Alfonso Pérez, que vaya nombrecito. Pones la tele y antes del minuto 5 estás roncando, seguro. Quiero decir: hay que ser muy aficionado para ver algunos partidos de fútbol. Si le quitas la pasión, si desaparece el factor emocional, muy pocos se salvan. ¿Y qué me dicen entonces si en lugar de sentado cómodamente en tu casa tienes que levantarte después de comer, ponerte los zapatos y salir a la calle? Pues eso. Luego se extrañan de que esté yendo menos gente a los estadios, que parece que hay crisis de espectadores, que en la tele no queda bien que se vean las gradas vacías, que si Mestalla no se llega a llenar a pesar de que el equipo está en puestos Champions, que el Camp Nou sea por el dichoso 'procés' o por lo que sea tampoco acaba de estar como antes, pero si lo piensas un poco te das cuenta de que en realidad el fútbol apenas ha evolucionado, que se ha quedado anclado, que vive de rentas. Las óperas son muy largas porque antiguamente había pocas diversiones y cuando se montaba un espectáculo había que amortizarlo, entretener al público un buen rato. Ahora no estamos acostumbrados a prestar atención a un mismo tema durante tantas horas, pocos aguantan una ópera. Hace treinta años íbamos al fútbol sin pensarlo, dándolo por supuesto, para estar sentados o de pie, pasando frío o calor, daba igual. Ahora ya no, nos hemos hecho cómodos. Hay crisis en los estadios, claro que sí, aunque prefieran no pensarlo.

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