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El despróposito de la pizpireta y loquilandia Marta Rovira resulta tan atrabiliario que causa pereza hablarlo, comentarlo, analizarlo, escribirlo. Demasiado fácil. Merecería, en todo caso, un episodio pedorro de la serie 'Alienígenas' del alicaído Canal Historia, lo único que ha superado al mundo submarino, y ya es decir, para favorecer la siesta. La señora o señorita Rovira ve muertos como Bruce Willis en 'El sexto sentido'. En fin.

En cambio, mejor dentellada merece la foto del fuguista/independentista Puigdemont y sus mariachis cenando plácidos en el hogar de un raso diputado flamenquillo belga. Irradiaban relax y buen rollo. Genuina cena informal pero aseada. Aquí te pillo aquí te mato. Somos colegas a tope y esas dos botellas de vino revelaban francachela amable, suave, contenida. Maravilloso. Pero mientras ellos disfrutan de la hospitalidad de un don nadie, Oriol Junqueras y su pandilla yacen en la cárcel. Oriol Junqueras, según ha confesado vía epistolar, reflexiona y ora en el trullo como un mártir, que para eso es católico, pero Puigdemont y los suyos zampan risueños albergados en una cocina integrada en el salón, apoyados sobre una mesa de madera y con intendencia de batalla, muy alejada de las aspiraciones de su cargo y de la pompa de su exilio. Al final uno se pregunta lo de ¿para eso se han exiliado en plan chapucero? ¿Para cenar en una cocina de diseño baratillo como la de un estudiante pijo al que los padres le pagan el piso durante el Erasmus? Ninguneados por todos los peces gordo europeos, si esa es la gloria y el boato que han logrado en su escapada, hemos ganado, pase lo que pase en las próximas elecciones. Y si continúan así de estupendos, me temo que para la siguiente cena igual se citan en el Burriking más cercano. Comida basura para un desenlace basurero. Un desastre.

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