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Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

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No dejen de leer el texto de la declaración de independencia que ya fuera del pleno del Parlament firmaron el pasado martes los diputados soberanistas, los de Junts pel Sí y la CUP. A los valencianos, que como españoles nos interesa todo lo que tiene que ver con este conflicto, nos puede afectar directamente un apartado del estrambótico documento, cuando afirma lo siguiente: «reafirmamos nuestra fraternidad y solidaridad con el resto del mundo y, en especial, con aquellos con los que compartimos lengua y cultura y la región euromediterránea en defensa de las libertades individuales y colectivas». Dejando aparte que la redacción sea francamente penosa, resulta muy esclarecedor que en el manifiesto fundacional de la república catalana que tenían preparado para leer como declaración solemne y que finalmente se firmó de tapadillo, con nocturnidad y alevosía, no se olvidaran de hacer un guiño a los països catalans, su 'lebensraum', el espacio vital que todo nacionalismo necesita como tierra de expansión y colonización. Esta obsesión no sorprende ya a casi nadie en Valencia, no desde luego a la inmensa mayoría de ciudadanos que han dado la espalda a los cantos de sirena que llegaban desde Barcelona. Ni tampoco a los que abiertamente han jugado la carta catalanista, con Eliseu Climent como embajador y con cuantiosos fondos procedentes del Govern para abastecer sus proyectos culturales. Pero deja en muy mal lugar a los que juegan al equívoco, a amagar pero no dar, a sugerir pero sin atreverse a ir a más, a parecer sin que se note en exceso. Hablo, evidentemente, de Compromís. Sus devaneos con los països son de sobra conocidos, tanto como su estrategia de aparcar sus auténticas aspiraciones para llegar a más electores y conseguir el poder, que es lo que finalmente lograron en 2015 con la inestimable colaboración de un PPCV infectado de corrupción. El conflicto catalán, el desafío unilateral al Estado español (que es como los separatistas llaman a España), ha pillado a Compromís descolocado. Y no porque no se viera venir de lejos sino porque todavía no tiene el músculo político, institucional, social y cultural para atreverse a sumarse a un golpe de Estado. El nacionalismo catalán ha necesitado más de treinta años para a través de la inmersión lingüística en los colegios y el control de los medios de comunicación construir una identidad nacional que finalmente ha explotado en la demanda de independencia de una parte de la población. El nacionalismo valenciano/catalanista sabe que precisa un periodo largo para hacer algo parecido: imposición del valenciano en la escuela (paralizada gracias a los tribunales), radiotelevisión pública, subvenciones a entidades afines... Están en ello, pero aún es pronto, demasiado pronto.

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