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Campeones, no diversos funcionales

DR. FERNANDO MULAS NEURÓLOGO Y PEDIATRA

Domingo, 20 de mayo 2018, 08:28

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En ocasiones nos llega una sabia señal lúcida que promueve la reflexión. Esto me ha ocurrido con la visión de la película 'Campeones' de Javier Fesser, que más allá del contenido simpático de la cinta tiene un gran calado de fondo y está salpicada de ingeniosos gags que facilitan su difusión social. Hay películas que desde las primeras escenas uno percibe que merece la pena y ésta es una de ellas.

Me refiero a los particulares momentos iniciales en que un entrenador de baloncesto profesional se ve forzado a entrenar a personas que desde su punto de vista para nada se ajustan al concepto de normalidad, llegándoles a tipificar de «subnormales». Es una percepción tan real y dramática que a nadie deja indiferente.

La discapacidad intelectual representa una de las problemáticas más graves que afecta al desarrollo del cerebro ya que éste es vulnerable a muchos factores externos, desde el momento crítico del parto hasta cualquier daño cerebral sobrevenido. La primera de las citadas causas ha disminuido en la últimas décadas con la monitorización fetal y los servicios de atención neonatal, pero hay factores de riesgo en aumento como la prematuridad y el bajo peso al nacimiento, los accidentes y las secuelas de patologías neurológicas.

Las causas de base genética ocupan un lugar importante en los trastornos del neurodesarrollo y condicionan en mayor o menor grado una discapacidad intelectual acompañada en ciertos casos de un aspecto morfológico facial, o fenotipo, que hace sospechar la disfunción cerebral. Hay distintos grados de discapacidad intelectual siendo precisamente la más frecuente la de grado ligero, como la que presentan los protagonistas de la película, que en determinados momentos se comportan con una capacidad lógica sorprendente, mostrando mayores dificultades en las acciones que implican el pensamiento abstracto.

No se debe confundir la diversidad funcional con la discapacidad intelectual

La actitud inicial de rechazo del entrenador ante estas personas discapacitadas intelectuales desafortunadamente refleja la que gran parte de nuestra sociedad tiene ante ellos. Se buscan otras terminologías evasivas que parecen querer esconder el ala ante una problemática que debe plantearse con la adecuada tipificación y, consecuentemente, con el reconocimiento y apoyo social que precisan.

La terminología diversidad funcional, propuesta en el Foro de Vida Independiente en enero de 2005, puede ser equívoca para los casos de discapacidad intelectual pues mete en el mismo saco a muchas personas con distintas problemáticas. No se debe confundir la diversidad funcional con la discapacidad intelectual, aunque una cosa englobe la otra. La diversidad funcional incluye a personas con una discapacidad motórica o sensitiva variable, incluso a las altas capacidades intelectuales, pero nada tienen que ver con las personas con discapacidad intelectual, que tienen unas peculiaridades definidas y con unas carencias y exigencias bien distintas.

Se entiende la buena intención globalizadora del término para «normalizar» la visión social de esta problemática, tratando de ignorar el posible sentido peyorativo de discapacidad, pero en realidad no lo tiene si se contempla con la naturalidad debida. El Certamen nacional de pintura para discapacitados intelectuales que se celebra en nuestra Comunidad Valenciana cada dos años, ha pasado a denominarse para personas con diversidad funcional, perdiendo la identidad que daba el hecho de que los participantes sean personas con discapacidad intelectual, pues de lo contrario la equiparación no es homologable. No hay duda que la política se atreve con todo si la sociedad civil no rechista.

En España nada menos que unas 300.000 personas tienen una discapacidad intelectual y las asociaciones de afectados podrían reivindicar con mas ahínco una consideración mas diferenciada con carácter positivo. Los discapacitados intelectuales efectivamente tienen una «diversidad funcional», pero es tan específica que merecen una consideración aparte para que no se les reste visibilidad.

La labor divulgativa tiene que comenzar en la escuela normalizada, enseñando a los niños y educándoles sobre cómo son los compañeros que no tienen las mismas capacidades intelectuales. Hoy día desde edades tempranas se libra una pugna competitiva por sobresalir y prima la ley del más fuerte. Es terrible. Frecuentemente se humilla al mas débil y el acoso escolar está a la orden del día porque seguramente no hay programas definidos que enseñen a los niños a aceptar a sus semejantes con las carencias y condicionamientos que el azar les ha dado en la vida.

La discapacidad intelectual no es un trastorno mental

Consecuentemente los adultos no suelen saber comportarse ante los discapacitados intelectuales, como de entrada le pasa al citado entrenador o a muchas personas que, si ven a alguien con un físico normal, ni se les pasa por la cabeza pensar que ante un comportamiento diferente, puede tratarse de una persona con discapacidad intelectual. La discapacidad intelectual no es un trastorno mental. Si no nos han educado de pequeños en algo tan importante como es comprender la discapacidad intelectual y al discapacitado, difícilmente la sociedad actuará de forma eficaz para encontrar mejores soluciones. Por ejemplo, implementar el empleo protegido y facilitar el transporte tutelado a su trabajo, así como dar desgravaciones fiscales más relevantes a los empresarios que les contraten. Nada que ver con la realidad que muestra la película.

Las personas con una discapacidad intelectual ligera pueden y deben hacer una vida mucho mas normalizada de la que habitualmente hacen. Son muy constantes y también eficientes en su trabajo en la adecuada proporción al salario que perciben. Se les debe facilitar un entono más fácil, accesible y tutelado si lo precisan, así como tener más paciencia y tolerancia ante sus dificultades de comprensión y comunicación.

Estas personas tiene gustos, apetencias e ilusiones como todo el mundo y debemos facilitarles la capacidad que tienen para progresar óptimamente en su vida. Tenemos que agradecerles que ellos asuman la carga que padecen, ya que el destino asigna azarosamente a la naturaleza humana esta posibilidad, librándose circunstancialmente el resto. Si toda la sociedad nos esforzásemos mas en darles el apoyo solidario que precisan, no solo ellos sino todos nosotros seríamos unos auténticos y verdaderos.. ¡campeones!

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