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Todo el mundo sabe que los grandes problemas de la humanidad se resuelven en los bares. Y los pequeños, también. Allí sale el político que todos llevamos dentro. Y el entrenador, el médico, el abogado, el programador de televisión... Una barra y un café son las herramientas necesarias para buscar las mejores soluciones a males enormes. La lástima es que ninguna de las decisiones tomadas en estos escenarios tengan después validez. Uno de los logros (que son muchos) de 'Salvados' ha sido captar la esencia de estas charlas entre carajillos y pinchos de tortilla. En un bar reunió Évole a Pablo Iglesias y a Albert Rivera, en el primer cara a cara televisado entre ambos líderes. En otro, entrevistó a Pedro Sánchez, tras la célebre escabechina en Ferraz. Y en otro más escuchó a James Rodhes narrar los abusos que había sufrido siendo niño. Pero las reuniones de bar que, a mi parecer, merecen más aplausos son aquellas entre anónimos en las que se toma el pulso de la calle, en las que se debaten asuntos mayores pero sin tecnicismos, ni eufemismos, con lenguaje de la calle.

En la visita del programa de La Sexta a Venezuela el periodista, antes de entrevistar a Maduro, quiso pasarse por una taberna para que unos lugareños le contasen cómo veían ellos la situación del país. Y le realizaron una radiografía que ya le gustaría firmar a cualquier analista habitual en las tertulias. Narraron las razones por las que muchos votaron a Chávez, las penurias en los supermercados, la escasez de medicamentos, la falta de alternativas. Fue un relato demoledor y certero ante el que luego el presidente del país poco pudo rebatir.

En favor del entrevistado cabe decir que entonó bastantes más 'mea culpa' de los que estamos acostumbrados a escuchar por estos lares. En contra, la facilidad para negar evidencias y justificar lo injustificable. La conversación supo a poco porque 'Salvados' decidió partir la entrevista en dos para aprovechar el tirón de Maduro una semana más (el domingo hay segunda parte). Una pena, porque de este modo se pierde parte de la esencia. Sea como sea, lo que nunca esperamos que pierda Évole es su facilidad para llevar la actualidad a los lugares más mundanos y auténticos.

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