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Avisos de atentados

CUARTO MENGUANTE ·

La cuestión ya no está en por qué no se hizo caso, sino en por qué se miente al explicarlo

Vicente Lladró

Sábado, 2 de septiembre 2017, 09:20

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Si uno especula sobre dónde puede haber más riesgo de que a unos descerebrados les dé por sembrar el caos, seguro que acierta al pensar que donde haya más gente, en los lugares y momentos más concurridos. Así que ponerse a avisar de que en las Ramblas de Barcelona podía haber un atentado parece casi de Perogrullo. Pues claro, de libro. La CIA, la 'tía' y cualquiera.

Honradamente nos parece que por ahí no cabe mucha novedad. Es como decir que puedes coger la gripe en el mes de enero o que te puedes ahogar en la playa si te metes muy adentro y hay olas grandes. No hace falta ser médico ni socorrista. Si dejas caer una cerilla en medio de un montón de paja seca en el mes de julio y soplando poniente fuerte, seguro que empieza un incendio.

El problema es que todo viene muy politizado y que los políticos que están en ello y también los policías-políticos-estrella se lo cogen de repente con un confeti, y se ve que como no llevan mucha costumbre, y sí en cambio están en la inercia de lo del 1 de octubre, cualquier cosa les suena a ataque concertado por los intereses que les causan sarpullidos.

Sólo es que en vez de decir: 'pues claro, si no era en un sitio céntrico y concurrido como las Ramblas, con tanta gente, ¿dónde iba a ser?', cuando 'El Periódico' publica que una agencia norteamericana avisó de ello, publica el aviso, y en consecuencia se indica claramente que no se hizo caso, optan por verlo como un ataque a la línea de flotación del independentismo y dicen: '¡mentira!' Pero a renglón seguido se contradicen y caen en un bucle, de lo que se deduce que, como siempre pasa en política, que quien puede rema a favor o como le convenga, o sea, que miente si así interesa a la causa. Y eso sí que resulta imperdonable.

El PP perdió las elecciones de 2004, tras los atentados de Atocha, porque se lió en las interpretaciones y las direcciones que señalaba, cundió que intentaba hacer ver lo que no era, y cuando vino a reconocer lo que había ya estaba progresando en la calle que un partido que mentía no merecía seguir en el Gobierno; y lo perdió, cuando Aznar, que dejaba en todo caso la presidencia, daba por seguro que su partido continuaría, y así lo venían diciendo las encuestas. Por cierto, fue Aznar quien cedió a los Mossos d'Esquadra las competencias policiales que ahora se discuten desde ámbitos estatales e incluso del PP. Lo hizo para garantizarse el apoyo de Pujol en su primer gobierno. Estabilidades que acarrean a la larga nerviosismos inesperados.

Las mentiras traen malas facturas, sobre todo en política. Nixon perdió la presidencia de EE UU por mentir, por empeñarse en negar lo del Watergate, que en esencia era cuestión menor. Y Clinton estuvo a punto de pasar por lo mismo, mediadas mentiras sobre otras cuestiones en el despacho oval.

Lo de Puigdemont-Forn-Trapero ya no está en lo esencial de las víctimas de los atentados, sino en por qué se enredan en mentir, y en qué consecuencias traerá el enredo que llevan.

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