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Urgente Detenido un hombre por intentar matar a cuchilladas a otro en Llíria

Theresa Thacher

JOSÉ M. DE AREILZA

Domingo, 28 de mayo 2017, 01:31

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Cuando hace un mes Theresa May convocó elecciones anticipadas para el 8 de junio las encuestas le daban una enorme ventaja sobre el partido laborista. Buscaba una victoria abrumadora, que le proporcionase la legitimidad de las urnas que le faltaba y la capacidad de maniobra ante Bruselas en las complicadas negociaciones del 'brexit'. A diez días de los comicios, la opinión pública ha girado y, en este momento, los laboristas casi pisan los talones a Theresa May, con una ventaja de cinco puntos. Si el centro izquierda británico tuviese un líder moderado y atractivo, algo así como un primo londinense de Emmanuel Macron, podría dar la sorpresa. Pero Jeremy Corbyn es el mejor aliado de los conservadores, con su radicalismo ideológico y una compresión muy anticuada del mundo.

El error mayúsculo de May ha sido proponer en su manifiesto electoral que, en ciertas ocasiones, los ciudadanos paguen de su bolsillo los altos costes de la política social. Le preocupa poder sostener su Estado del Bienestar, y más con la perspectiva de una situación económica complicada tras la salida de la Unión Europea. En concreto, su programa indicaba que las personas que necesitasen atención permanente de la sanidad pública en sus hogares, por enfermedades relacionadas con el envejecimiento, responderían, una vez fallecidas, con el valor de sus casas, y abonarían así una parte del tratamiento. Este «impuesto sobre la demencia», tal y como lo han denominado sus detractores, ha hundido su campaña, hasta el punto de que ha tenido que corregir esta propuesta sobre la marcha.

A Margaret Thatcher, con la que se compara a Theresa May tantas veces, también le ocurrió algo parecido durante su ascenso al poder. Cuando era ministra de Educación en 1971 atravesó un calvario político por su intento de reducir el gasto de su departamento. Thatcher decidió eliminar algunas ayudas a la compra de leche infantil, en vez de otras alternativas, por ejemplo, cerrar bibliotecas públicas. Solo quitaba las ayudas a las familias con rentas medias, las que podían pagar la leche. Pero la opinión pública reaccionó con virulencia, creó el estribillo «Thatcher, la que roba la leche» («Thatcher, milk snatcher») y, durante meses, la entonces ministra fue vapuleada por los medios e insultada por muchos ciudadanos. Dio marcha atrás y, aún así, le costó mantenerse en su puesto. Años más tarde Thatcher confesó a su biógrafo que se equivocó, al no entender cuál era en ese momento el sentimiento de la ciudadanía y cómo había que comunicar cualquier recorte. Theresa May, por su conexión estrecha con las bases, su acendrado sentido de la justicia y su énfasis en la política social, debería haber sido capaz de intuir qué ideas unen y cuáles dividen a su sociedad. En los tiempos inciertos del 'brexit', hay demasiados británicos preocupados con el futuro del país y de sus derechos.

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