Dejad al menos lo de Rinconada
García Sanchiz eligió ese nombre para el delicioso espacio que la Valencia republicana le dedicó
F. P. PUCHE
Miércoles, 24 de mayo 2017, 23:49
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F. P. PUCHE
Miércoles, 24 de mayo 2017, 23:49
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Vicente Alfaro Moreno fue segundo alcalde republicano de Valencia cuando su antecesor, Agustín Trigo, abandonó la Casa Gran abatido por el fracaso de un proyecto autonomista en el que las provincias de Castellón y Alicante dejaron a la de Valencia más sola que la una. La crisis del 29 hacía crecer el malestar, los rencores y el número de parados; de modo que el alcalde Alfaro tiró mano de recetas de manual: llamó al arquitecto municipal, Javier Goerlich para impulsar las obras de la 'tortada' de la plaza de Castelar, le pidió que rematara el avasallador proyecto de la Gran Vía del Oeste y emprendió una política de rotulación de calles. Era preciso acercarse a la gente y animar el patio de una incierta República.
Uno de los elegidos para la nueva hornada de rótulos callejeros fue un valenciano de 46 años con tanta popularidad como la que habían gozado en vida Joaquín Sorolla y Vicente Blasco Ibáñez. Era Federico García Sanchiz, articulista, escritor, conferenciante de verbo arrebatador, un valenciano que llenaba los teatros de España, Europa y América gracias a sus charlas; un coaching anticipado que desplegaba un lenguaje florido y culto, de un barroquismo desbordante.
El 8 de abril de 1932, recién terminada la primera visita del presidente de la República a Valencia, el alcalde acordó destinar a la Casa de Caridad las 1.000 pesetas que don Niceto había dejado como regalo para los pobres y, cargadas las pilas, tomó al acuerdo de rotular con el nombre del orador un espacio que no era ni calle ni plaza; un delicioso lugar, un hueco, un rincón junto al Palacio de Dos Aguas, elegido por el homenajeado entre varios que le propusieron. Él mismo, en diálogo con el alcalde, dijo cómo quería que fuera llamado: la Rinconada de Federico García Sanchiz.
El 26 de mayo, el alcalde Alfaro invitó al popular conferenciante a cenar y le habló del deseo de rotular el enclave de forma provisional, en tanto Mariano Benlliure labraba una placa definitiva. A la mañana siguiente, cuando García Sanchiz despertó en su habitación del hotel de Roma -ahora Hotel Inglés- lo primero que hizo, según su costumbre, fue asomarse para ver el paisaje de Valencia que más adoraba: la portada de alabastro de los Dos Aguas y 'su' encantadora Rinconada. En ese instante pudo comprobar el cariño que la Valencia republicana le profesaba a través del regalo sorpresa propiciado por el alcalde Alfaro: durante la noche -y el yeso estaba aún fresco- se había colocado en su honor la placa provisional.
Javier Goerlich, que trabajó para la Valencia de tres etapas contrapuestas de su historia, ha tenido suerte y va a entrar ahora en el callejero: está de moda en el siglo XXI. Federico García Sanchiz, con menos fortuna, se va a caer del nomenclátor oficial. Si al menos dejaran para 'su' espacio ese hermoso nombre de Rinconada... «Evoca la plácida y tranquila Valencia pretérita», leo en LAS PROVINCIAS de esos días.
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