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Necesidades, virtudes y voluntades

JUAN GÓMEZ-JURADO

Sábado, 6 de mayo 2017, 01:35

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Escribo estas líneas desde el Oasis de Fint, a unos kilómetros de Ouarzazate, en Marruecos. Una pequeña aldea agrícola en la que hay solo tres coches, una escuela, seis motos, tres burros y una conexión Wifi bastante potente. La comunidad, en las faldas de la cordillera del Atlas, vive esencialmente de la tetería restaurante, de cultivar cebada y albaricoques. Hace calor, muchísimo calor, y en el extremo del oasis hay que levantar la voz porque el croar incesante de las ranas no te permite tener una conversación a un tono normal.

Como siempre que viajo al extranjero, no puedo menos de fijarme en algo, envidiarlo y contárselo. Está vez es en la necesidad flagrante del lugar. No hay industria, el turismo escasea, los salarios son minúsculos (200 euros al mes se considera un salario de mileurista aquí). La corrupción que tan alarmante y endémica nos parece en España aquí es directamente sistémica. No hay nada que se mueva sin pasar por una mordida, por un despacho, por un amigo de un amigo que tiene un cuñado en un despacho. Las afueras de la ciudad están salpicadas de calles a medio terminar. Solo el asfalto y las farolas de una expansión que llevan diez años prometiendo que se hará, pero que nunca ocurrirá, por supuesto, porque la idea era solo que el primo de alguien se llevara su pellizquito por poner el alumbrado innecesario.

Las virtudes son otras. Está gente solo tiene terreno, baldío, claro, pero terreno. Mucho. Para aburrir. Agua no hay, pero tierra... de tierra te hartas. Así que han levantado una sólida industria cinematográfica con exenciones fiscales. Los estudios Atlas, los más grandes del mundo, se levantan aquí. Y se han rodado películas como 'Lawrence de Arabia', (1962), 'La guerra de las galaxias' (1977), '007: Alta tensión' (1987), 'La última tentación de Cristo' (1988), 'La momia' (1999), 'Gladiator' (2000) o 'El reino de los cielos' (2005). Y resulta que también tienen sol. De eso sí que les sobra. De hecho se cuela su calor abrasador incluso bajo la sombra de esta jaima. Así que han levantado la planta termosolar más grande del mundo. También. Porque tenían sitio. Y porque les han prestado 850 millones de euros desde el Banco Europeo de Inversiones, claro.

Adivine quién ha ido a construirla. Sí, amigo lector. Ingenieros de un país que se cargó sus energías renovables con una legislación absurda, dejando a mucha gente que intentaba invertir en el futuro en la estacada. Ingenieros españoles.

Y ahí es donde se produce la envidia. Porque en el famoso dicho de la necesidad hace virtud, siempre obviamos que hacen falta voluntades. Las políticas, y las de los señores, usted y yo, que votan a los que las sostienen. Y de la envidia viene una rabia sorda, porque el mismo sitio que les sobra aquí nos sobra a nosotros en Los Monegros. Y sol. Sol para aburrir, también.

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