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Volver a empezar

Renacer es una forma de vida en el levantinismo y el ascenso es un éxito alejado de la improvisación

Héctor esteban

Sábado, 29 de abril 2017, 23:51

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El Levante Unión Deportiva no subió ayer a Primera. Es algo más. Volvió a la máxima categoría. El ida y vuelta no es una excepción en un club en el que la sensación de renacimiento es una costumbre. La vida en el hogar granota es casi siempre un volver a empezar. Cada año desde distintos puntos de partida, pero con la misma meta al final de ese camino.

El Levante pasó casi en un instante de la fotografía de familia de un grupo de jugadores que no cobraba sus nóminas a liderar el campeonato liguero y jugar en Europa por primera vez en su historia. Un logro en pleno concurso de acreedores, un caldo de cultivo como invitación al infierno pero que en realidad sirvió para ordenar una entidad que encadenó su edad de oro.

El equipo siempre fue de Primera en Segunda. La temporada ha sido un tránsito fruto del trabajo bien hecho desde el pasado verano. Los equipos que bajan corren el riesgo de quedarse sin paracaídas en su descenso si las prisas por volver a subir mandan sobre el acierto de las decisiones. Varios son los ejemplos de clubes que han hilado fracasos para estamparse contra la Segunda B con presupuestos para subir. La decisión más arriesgada de esta directiva fue la elección clave sobre la que pivotaría el nuevo proyecto. Y ahí Quico Catalán, presidente de la entidad, se la jugó y acertó al elegir a Tito y Carmelo del Pozo como arquitectos del regreso. El tiempo le ha dado la razón y el paso de las jornadas enterró las dudas iniciales.

El éxito y el fracaso se ha medido en dos veranos. Hace dos temporadas el levantinismo -con los que mandan incluidos- apartaron la confección de una plantilla para decidir sobre otras cuestiones alejadas del césped pero vitales para el futuro de la entidad. La aparición de Robert Sarver fue la primera de las distracciones para llevar al equipo al descenso. Los bandos florecieron a favor y en contra del americano, hasta una votación final que dejó al Levante en las mismas manos en las que estaba. Una de las claves del actual éxito es que esta temporada, de manera inteligente, los probables ajustes de cuentas -salvo escarceos vestidos de patronos- se aparcaron con el único fin de apoyar al equipo para su regreso a Primera. Es cierto que la espectacular racha deportiva granota y el estropicio del americano al frente del Mallorca han sido el mejor bálsamo para curar las heridas que en su día se pudieron quedar abiertas.

Tito y Carmelo armaron un equipo para subir. Equilibraron el papel de gregarios y líderes en una plantilla coral. El club trabajó para que jugadores franquicia permanecieran pese al descenso. Y la elección de Muñiz fue el dardo en el centro de la diana para fortalecer el papel de quien debía pilotar el ascenso. El técnico ha logrado el respeto hasta en algunas decisiones tan extrañas hoy en día en el mundo del fútbol como los cambios antes del descanso. El pulso firme del entrenador ha sido clave para colgarse como un jamón en el primer puesto de la tabla desde el inicio del campeonato.

Junto a la estructura deportiva, el club ha logrado la permanencia de una grada con agresivas campañas para premiar la fidelidad en los tiempos menos buenos. El tránsito del descenso para volver a la elite con un premio en forma de abono a los que han exhibido lealtad jornada tras jornada. Un diez.

El Levante ha hecho los deberes. En un momento clave, en el tiempo en el que los derechos de televisión, con cantidades millonarias, garantizan el futuro económico de entidades que llevan años ajustando sus presupuestos para no cometer errores del pasado. Ese es el paso correcto. La temporada que viene, los 40 millones que se ingresarán por ese concepto es la vitamina necesaria para vivir año tras año. Además, la entidad mira al futuro con una nueva ciudad deportiva, un estadio en fase de remodelación sin estridencias y la apuesta por las secciones deportivas para afianzar la idea de club.

La directiva del Levante ha cumplido. Es merecido decirlo de la misma manera que es justo destacar que todavía hay miedo a abrir unas puertas que lo único que pueden ofrecer es claridad. La opinión y la crítica no es el enemigo sino un punto de vista que suma siempre en la misma dirección. Las alfombras rojas no son kilométricas. La mano izquierda siempre obtiene mejores resultados que la diestra. El Levante vuelve a empezar. Así ha sido siempre. Y el punto de partida es el bueno.

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