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FALTA PEDAGOGÍA

PABLO SALAZAR

Jueves, 27 de abril 2017, 23:56

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Los taxistas sacaron el miércoles a las calles su protesta por lo que consideran competencia desleal de nuevas compañías y plataformas de transporte urbano que no pagan los mismos impuestos ni se ven sometidas a idénticas restricciones por parte de la Administración. Desde este punto de vista, su postura es perfectamente lógica, casi inatacable en su vertiente jurídica y política. Tanto como la objeción que realizan los usuarios: ¿por qué tengo que renunciar a un servicio que me da lo mismo pero más barato, por qué debo seguir aceptando unas tarifas abusivas cuando lo que a veces se me ofrecen son coches pequeños, sin ningún lujo, conducidos por taxistas que (a veces) son incapaces de bajar el volumen de la música de su radio cuando sube un pasajero? El taxi, en suma, no es más que otro de tantos sectores sometido a la vertiginosa transformación de la sociedad que se está registrando en los últimos años. Y todos estos cambios, con el miedo al futuro que llevan aparejados, son los culpables de fenómenos populistas que lejos de servir para regenerar el maltrecho tejido político pueden acabar por arruinarlo. Los franceses, como los americanos y como todos los occidentales, están asustados por la globalización, la llegada masiva de inmigrantes, la robotización, la desaparición de empleos tradicionales, la quiebra del Estado del bienestar o la incertidumbre que se cierne sobre las pensiones. Y tanto en el caso francés como en el americano los sectores de la población con menos estudios se arrojan en brazos del nacionalismo demagógico, se llame Le Pen o Trump. Pero no hay nadie que les explique que todos somos en parte responsables de nuestra propia decadencia, no se hace pedagogía para intentar que todo el mundo entienda que lo que se compra barato puede acabar saliendo caro, que si en España ya no tenemos industrias manufactureras del textil, el juguete o el mueble es porque nos hemos dedicado a comprar todo lo que se hace en el sudeste asiático (mucho más barato, eso sí, entre otros motivos porque en esos países los trabajadores no tienen las garantías laborales de los países de la UE), que el pirateo al que se recurre tan alegremente incluso por personas formadas e ilustradas arruina a todo un sector productivo y artístico, el cultural, que los apartamentos turísticos ilegales perjudican a los hoteles, y con ellos a sus miles de empleados, y que, en definitiva, todas y cada una de nuestras decisiones relacionadas con el consumo acaba teniendo consecuencias no siempre beneficiosas en nuestro territorio. La globalización tiene, de momento, ganadores (países como China o India, que se han sumado al tren del desarrollo) y perdedores (los occidentales, cuyas clases medias se han empobrecido). Habría que explicar a «la gente» las causas de este proceso.

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