No era el patrimonio, era la ideología
Llevo días esperando en vano las quejas de la 'cultureta' ante la muralla de marquesinas de la EMT plantada frente al convento de Santo Domingo
PABLO SALAZAR
Domingo, 16 de abril 2017, 00:08
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PABLO SALAZAR
Domingo, 16 de abril 2017, 00:08
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Allá por el año 1992, mientras la España oficial se solazaba con los fastos del quinto centenario, la Expo de Sevilla, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la capitalidad cultural de Madrid, en una Valencia ignorada y deprimida el nuevo Ayuntamiento gobernado por Rita Barberá con el apoyo de la Unión Valenciana de González Lizondo -que habían alcanzado el poder en los comicios de un año antes- tuvo la nada feliz ocurrencia de sembrar la ciudad de lo que popularmente se dio en llamar chirimbolos urbanos, el mobiliario contratado con una multinacional francesa que poco a poco se ha ido extendiendo por toda la geografía nacional y europea, en otro paso más de ese nefasto proceso de homogeneizar las grandes capitales, sus calles y sus comercios. La entonces oposición socialista clamó (con razón) contra la multiplicación de artefactos que en algunos casos sólo tenían un cometido, el publicitario, llenando las aceras de nuevos obstáculos para el sufrido peatón. Pero además surgió otro frente de rechazo, el de los técnicos de la Conselleria de Cultura -departamento, como toda la Generalitat, que administraba el PSOE de Joan Lerma-, que alegaron que algunos de estos armatostes se estaban poniendo delante o en el entorno de edificios o conjuntos monumentales, lo que era una aberración porque tapaban la vista, estropeaban la perspectiva, afeaban el conjunto. Ha llovido mucho desde entonces, casi veinticinco años, los socialistas han recuperado la Administración autonómica, aunque ahora el área de Cultura lo lleva un conseller de Compromís, mientras el Ayuntamiento tiene al frente a un alcalde nacionalista. Y con esa composición política y con un concejal radical-ecologista al frente del área de Movilidad y de la EMT, la empresa municipal acaba de plantar delante del antiguo convento de Santo Domingo -actual Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad (antes Capitanía)-, una muralla de marquesinas de los autobuses urbanos que, al igual que aquellos chirimbolos, tapan la vista, estropean la perspectiva y afean el conjunto monumental. Así que ahora cuento los días para que aquellos técnicos de Cultura (si no se han jubilado) salgan en tropel a clamar contra el atentado histórico-estético y no se escuden en que ya no es competencia suya. Y también espero impaciente la constitución de un 'Salvem Sant Domènec ' que haga ver a la ciudadanía la tropelía cometida con esta joya de nuestro patrimonio arquitectónico. Porque en caso contrario pensaré (de hecho ya lo hago) que lo de hace 25 años no fue defensa del entorno monumental sino simple oposición por motivos ideológicos a la entonces alcaldesa. E igualmente tendré que llegar a la conclusión (me temo que ya ha ocurrido) de que como el antiguo convento pertenece al Ejército -los 'malvados' militares-, a la izquierda exquisita y divina y al nacionalismo más sectario no le hace tilín. ¿Me equivoco?
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