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Lluvia inversora en Cataluña

La oferta del Gobierno no debe hacerse a costa de desatender los intereses de otras regiones, como la Comunitat Valenciana

PPLL

Miércoles, 29 de marzo 2017, 00:40

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No admite mucha discusión el hecho de que el mayor desafío político al que se enfrenta España es el independentismo catalán. Quienes pensaban que se trataba de una fiebre pasajera se equivocaron y el suicida empecinamiento de las instituciones de Cataluña, con el Govern de Puigdemont al frente, ha situado el conflicto en un escenario de previsible choque de trenes. Para evitarlo, el Gobierno central se está moviendo. Frente a quienes acusan a Rajoy de inmovilismo, de no hacer nada más que escudarse en el imperio de la ley, el presidente anunció ayer una riada de inversiones en materia de infraestructuras, uno de los capítulos del libro de agravios que más irrita a los ciudadanos de aquel territorio. En una nueva demostración de la generosidad de la democracia parlamentaria española -esa que el presidente catalán compara con el régimen turco de Erdogan-, el Ejecutivo central ofrece lo que cualquier otra comunidad aceptaría sin rechistar. La pelota se sitúa ahora en el tejado de los soberanistas, que no obstante deben entender que la ejecución de estas obras va asociada a una condición obvia indiscutible: la permanecia de Cataluña en España. Es lógico, sin embargo, que este legítimo y comprensible movimiento político de Rajoy genere recelos en otras autonomías, especialmente en la Valenciana, vecina de aquella y tantas veces afectada por el mercadeo habitual con el que los nacionalistas catalanes han conseguido durante décadas pingües beneficios del Estado. El Gobierno debe mantener un principio de equidad a la hora de repartir inversiones, para que ninguna comunidad pueda sentirse maltratada. Pero si los recelos son lógicos, no lo es tanto la reacción del Consell de Puig, el mismo que reclamaba del Ejecutivo central gestos y acciones concretas hacia Cataluña, el mismo que recibió como a un socio leal al líder independentista y que ahora se siente ninguneado por el anuncio de Rajoy. Si entonces hubieran medido mejor sus ímpetus, ahora no quedarían tan al descubierto sus contradicciones.

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