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El remate

La falla de Barcelona ha sido el cierre de unas fiestas memorables... por el lado negativo

F. P. PUCHE

Lunes, 27 de marzo 2017, 23:58

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Las Fallas de 2017 están batiendo marcas. Si hace unos años se dejaba de escribir de la fiesta hacia el día 21 de marzo, en cuanto se difundía la cifra de papeleras y de contenedores que los salvajes de costumbre habían destruido con petardos, este año está siendo diferente: ha llegado el día 26 y el periódico florecía de columnas falleras; lo que hemos visto y oído, también lo que hemos olido, ha sido causa de que continuara de actualidad la enorme diferencia entre los ideales de una ciudad en fiestas y la realidad de una Valencia poco presentable.

Pero nos faltaba el remate. Toda falla que se precie debe tenerlo y a las inolvidables fiestas de 2017, las primeras Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, les faltaba la Falla Catalana, la que Espai Pais Valencià y Escola Valenciana han plantado y quemado en Poble Nou, para su indignidad y para el general cabreo de miles de valencianos. La que ha tenido como tema, dicen, a Rita Barberá.

No entraré en la glosa del asunto ni en sus detalles. Diré, para acabar pronto, que los autores dejaron claro que su obra quería ser otra cosa. Por ejemplo, una estupidez hecha a la medida de lo más grosero, inculto y soez que se pueda criar en tierras catalanas; un trabajo de ineptos que subraya, a través de la falta de inteligencia, la distancia que suele haber entre el insulto y la sensibilidad creativa que por lo general reservan las fallas para los difuntos recientes cuyo recuerdo se estima o se respeta.

Cuando escribo, lunes de mañana, están por concretar algunas opiniones sobre lo ocurrido. Y desde luego está por empezar, para mi forma de ver las cosas, el análisis detallado de todo lo que han dado de sí unas fiestas memorables... por el lado negativo del término. Lo que ha ocurrido en 2017 está por desbrozar en serio, quiero decir Joan Ribó y Sandra Gómez a solas. Empezando por la desastrosa elección del artista, el tema, el desarrollo y la resolución de la falla de la ciudad, donde, una vez más -y van al menos doce ediciones desde los años ochenta- a la corporación municipal les ha dado gato por liebre, cobrando cantidades desusadas por proyectos impresentables. Solo el choque entre las delegaciones de Fiestas y Policía Local a propósito del frustrado concierto de La Habitación Roja hubiera supuesto, en cualquier ayuntamiento de España, una crisis política que ni el Partido Popular ni Ciudadanos han sabido explotar.

Pero lo de la playa barcelonesa está en otro orden de cosas; en otra gama de ideas, intenciones, sentimientos y decisiones. Una cosa son errores y otra ofensas a la memoria y la dignidad. Por eso, desde la reacción digna de la que ha sido protagonista Pere Fuset hay que esperar los acontecimientos y separarlos de la mala gestión -digamos ordinaria- de la fiesta fallera que hemos visto este año. Eso y, desde luego, confiar en que el PSOE se acabe enterando de lo que ocurre, ocupado como está en la trascendencia.

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