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Una revisión urgente

Valencia en Fallas no puede continuar siendo un

IGNACIO GIL LÁZARO

Domingo, 26 de marzo 2017, 00:09

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Las Fallas van camino de convertirse en un macrobotellón extraño a su identidad tradicional. Proceso que amenaza ya desde hace tiempo. El problema es que las autoridades locales no quieren asumir su plena responsabilidad en este asunto. Determinadas cuestiones que pertenecen a la exclusiva gobernación municipal es estéril supeditarlas a lo que agrade o desagrade al estamento fallero. Sucedía antes y ocurre también ahora. Valencia en Fallas no puede continuar siendo un «todo vale» caótico. Hace falta una revisión urgente que ponga coto a ciertas cosas. La magnífica aportación de los noventa y tres mil falleros y falleras en activo se tiene que compatibilizar con los derechos del resto en beneficio de la convivencia de todos y de la mejor proyección universal de la fiesta. Esa es la función inexcusable que corresponde ejercer a los gobernantes. Por supuesto cualquier análisis será inútil si no aborda con claridad las cuestiones que están generando el deterioro festivo. A saber. Primero: las carpas suponen un factor determinante del colapso circulatorio con el desorden general que eso conlleva y las circunstancias de riesgo añadidas susceptibles de producirse ante emergencias públicas o privadas. Segundo: las verbenas nocturnas hasta muy entrada la madrugada sobrepasando además los límites de decibelios legalmente establecidos -es decir, casi todas- son una agresión al descanso vecinal y una causa permanente de conflictos, amén de generar todo tipo de residuos, desperfectos y basura en las calles. Tercero: la creciente invasión de tenderetes, freidurías, puestos de comida y un largo etcétera de elementos similares deteriora gravemente la estética urbana. Situarlos tapando o dificultando el acceso a establecimientos comerciales y de hostelería resulta inaceptable por lesivo para el interés legítimo de sus propietarios que durante todo el año pagan los correspondientes impuestos. El colmo del despropósito ha sido consentir que esos tinglados se asentaran en la proximidad de espacios monumentales -la Estación del Norte, la Lonja y los Santos Juanes por ejemplo- o no se haya respetado la significación concreta de determinados entornos singulares como la Plaza del Arzobispo aunque en este último caso quizá se pretendía adrede fastidiar a los de siempre. Sobre las tres cuestiones apuntadas cabe añadir el deficiente planeamiento previo de los servicios de limpieza y de la EMT con las consecuencias negativas que han tenido que padecer usuarios y vecinos. El transporte público ha sido un caos y la suciedad de la vía pública exasperante. En definitiva esto tiene que cambiar. Una fiesta que es Patrimonio de la Humanidad ha de exhibir un tono diferente sin perder para nada su esencia. El reto consiste en retomar dicha esencia con atractivo pero lejos de la juerga low cost. Que cada cual reflexione pronto según sus competencias. Ayuntamiento y comisiones. No hay más remedio.

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