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El juicio final

«La solidaridad es el antídoto contra el populismo, que nace del egoísmo», dijo Francisco

Mª JOSÉ POU AMÉRIGO

Sábado, 25 de marzo 2017, 00:13

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Quizás sea de las últimas ocasiones en que podamos ver a los políticos europeos reunidos con el Papa. Al paso que van los gobiernos, en manos de populistas convencidos de ser ellos el aliento que crea el mundo, y al paso que va la UE, sin criterio ni liderazgo, eso de reunirse con un teócrata (sic) va a convertirse en un gesto políticamente incorrecto. Un mal hastag, diríamos ahora. Por eso me gustó el detalle de la foto en el Vaticano.

Ayer, tras la audiencia con el Papa, que había aprovechado la ocasión para el correspondiente tirón de orejas a los líderes comunitarios, los políticos pasaron a un espacio distinto para la foto de grupo. La reunión había sido en la Sala Regia del Palacio Apostólico, un lugar solemne y lleno de magnificencia, pero con una peculiaridad: el espacio, en realidad, es la antesala de la Capilla Sixtina. Y ése fue el marco elegido para la foto de los jefes de Estado y de Gobierno. No sé si fue una disposición de los diplomáticos; un marco precioso elegido para asegurar las mejores fotos o una elección con sorna de algún pillo vaticano, pero me inclino por esta última, conociendo la incomodidad que los poderosos producen en el Pontífice actual. Quiero pensar que aquel fue un guiño para con la Historia al situarlos a todos bajo el gran Cristo del Juicio Final de Miguel Ángel.

La Capilla Sixtina es terrible, no en vano es el sitio donde se celebra el cónclave. Ninguno mejor para recordarle al papa electo y a los responsables de su elección que algún día tendrán que dar cuentas ante el Altísimo de sus actos, sus inhibiciones y sus errores. La pintura de Buonarroti pone los pelos de punta porque muestra la sentencia del Dios justo, no la bondad infinita del Padre misericordioso. Es cierto que, en ella, se ve la gloria de los santos pero se sitúan en la parte superior y quedan alejados del nivel mundano de los visitantes. En cambio, el infierno y los condenados están muy cerca y su angustia, su pena y su agonía eternas son las imágenes que guarda la retina tras la visita.

Ante ese fondo, situaron los organizadores del protocolo a los líderes europeos junto con el Papa. Él acababa de someterlos a un juicio particular que exigía más solidaridad, más valores, más esencia europea y menos mentalidad puramente comercial. «La solidaridad es el antídoto contra el populismo, que nace del egoísmo», dijo Francisco. «Europa es un modo de concebir al hombre a partir de su dignidad trascendente e inalienable», se encargó de recordar a quienes aprueban partidas económicas para que los desheredados de su tierra no les invadan. El problema del Papa es que sus palabras no llegarán a los representados por aquellos, que somos también insolidarios y egoístas. No es solo un problema de los políticos sino de quienes les hemos votado. En lugar de ser una caja de resonancia, son un silenciador de una de las pocas voces que aún hablan con autoridad en Europa.

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