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Low cost

El turismo que hemos tenido es el que hay, el que llena París, Berlín o la Magdalena de Castellón

F. P. PUCHE

Jueves, 23 de marzo 2017, 00:04

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Vale la pena combatir por la declaración de Patrimonio de la Humanidad para luego consentir los desmanes de la falla de la plaza del Mercat, que tapa con tenduchos la fachada de los Santos Juanes? ¿Vale la pena tanto esfuerzo para ver a una pareja comiendo fideos chinos sentada en los escalones de la Lonja?

Han sido las Fallas del Gran llenazo, del reventón histórico. Y como cada año que ocurre -porque eso ocurre cíclicamente, cada vez que se dan la mano un calendario propicio y una economía boyante- decimos que nunca se había visto tanta gente. Nunca tantas apreturas, tanto desorden, tanto vendedor ambulante y tanta suciedad en los rincones. De modo que, con toda justicia, nos hacemos la pregunta de si a Valencia le conviene este tipo de turismo, que marea bastante, lo abarrota todo, hace la fiesta incómoda y encima... consume poco.

Las claves de algunas dudas las facilitó el martes la Agencia Valenciana de Turismo al informar de la última estadística nacional de viajeros: tanto el aeropuerto de Alicante como el de Valencia han tenido, en los dos primeros meses del año, espectaculares aumentos de pasajeros en los vuelos «low cost».

En el caso de Manises, los incrementos han sido de un 25% sobre las cifras de 2016, que a su vez ya se habían disparado sobre años precedentes.

Los datos nos sitúan ante el turismo que más abunda, el que hace años prescindió de la agencia de viajes, tomó internet como guía y el teléfono como herramienta para perder el miedo a moverse por el mundo en compañías espartanas donde todo -menos la seguridad, se supone- es 'low'. Pero quizá no debemos deducir que ese turismo no nos conviene por ser austero o poco gastador: de las cifras de febrero se deduce que la mayor parte de los miles de visitantes que tuvo la Feria de la Cerámica llegaron también en los vuelos 'low cost'... que son los que hacen el milagro de llenar Valencia de italianos, cualquier fin de semana, haya en agenda el maratón o la fiesta de los Niños de la Calle de San Vicente.

Podrá disgustar. O asombrar al viajero tradicional y selecto. Pero ese turismo que hemos «disfrutado» en la Semana Fallera es el mismo que ha llenado Castellón por la Magdalena y el que tendrá Alicante en Sant Joan. Y es el mismo que hay en Venecia o París, donde las calles se convierten en ríos de gente cada viernes. El problema de las Fallas, si es un problema, es el que inquieta a los expertos de Barcelona, Berlín, Roma y Londres. Estamos en plena ola de turismo «low cost», protagonizado por gente joven, de petate siempre a punto, que no duda en dormir en los nuevos hoteles urbanos y usar taxis alternativos contratados por la red. Con un detalle nuevo pero constatable: cientos, miles de «mayores de cincuenta» se añaden a diario a ese modelo de viaje. En el Imserso y 'por libre'.

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