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La científica y el showman

JOSÉ M. DE AREILZA

Sábado, 18 de marzo 2017, 23:57

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La expectación que ha generado la visita de Angela Merkel a Washington pone de relieve el enorme peso internacional adquirido por la canciller alemana. Ante un Donald Trump sin experiencia de gobierno y carente de un pensamiento organizado sobre el mundo, Merkel es un valor seguro en la defensa de la democracia liberal y la economía abierta, una visión que hasta enero unía a los gobiernos de ambos lados del Atlántico. El problema para tejer una buena relación entre los dos líderes no es solo la existencia de grandes desacuerdos de fondo sobre muchos temas esenciales. Trump es un nacionalista, predica el proteccionismo económico, duda de los pactos para hacer frente al cambio climático, no comprende bien el valor de los derechos fundamentales en una democracia ni el papel central en ella de los jueces y la prensa libre. Por el contrario Merkel es europeísta, favorable al comercio internacional, cercana al ecologismo y muy respetuosa con las reglas de juego de la democracia. Pero la diplomacia sirve para ponerse de acuerdo sobre los desacuerdos y buscar áreas de entendimiento, siempre que algunos intereses de las partes confluyan. El desafío en las conversaciones entre los dos mandatarios radica aún más en la diferencia entre los estilos de poder de uno y otro. Trump entiende la política como el ataque continuo al adversario, es partidario de las tácticas duras y siempre está en campaña. Juega a ser un «outsider» permanente y trata su oficio de presidente como la producción de un «show» de televisión, con anuncios chocantes, estridencias y sorpresas diarias. La combinación de narcisismo, extroversión y agresividad en dosis muy elevadas lo convierten en un personaje difícil de tratar y de hacerle ver que puede estar equivocado. Es muy imprevisible en sus reacciones y en modo alguno está vinculado al credo del partido republicano. Merkel, por su parte, tiene una gran experiencia de gobierno. Su ascenso se ha basado en aplicarse mejor que nadie en resolver los problemas de cada día, con su mentalidad de científica. Al ser metódica, cautelosa y camaleónica, utiliza la negociación y la persuasión como instrumentos favoritos de poder. Trabaja hasta la extenuación y rehúye la ostentación y el lujo que tanto gustan a Trump. De hecho sigue viviendo en un piso modesto al que se mudó cuando empezó a hacer política en Berlín, hace ella misma la compra y acarrea las bolsas hasta su domicilio. En cualquier caso, Merkel es la líder internacional que mejor ha sabido acercarse a Vladimir Putin, con el que tampoco tiene mucho en común. Conversa con él semanalmente y lo trata con franqueza y habilidad como para que el ruso la respete y escuche. Si ha podido obrar este prodigio con Putin, es posible que con el tiempo también se convierta en una buena asesora de las performances de Donald Trump.

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