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NI FRANCO NI STALIN

PABLO SALAZAR

Lunes, 6 de marzo 2017, 23:56

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Pretender nombrar fallero de honor a la Fundación Francisco Franco es por encima de cualquier otra consideración una soberana estupidez, una memez impropia de una comisión fallera y que delata a quien promueve semejante iniciativa, rancia y absurda. Suena más a provocación y ganas de llamar la atención aunque sea para mal que a otra cosa. Dice el alcalde de Valencia que homenajear a esta entidad es ir contra la democracia, contra la ley de memoria histórica y contra el espíritu de la Constitución del 78. No puedo estar más de acuerdo con Ribó y aunque he manifestado en reiteradas ocasiones mi discrepancia hacia una ley impulsada por Zapatero que no ha servido para arreglar nada sino para reabrir heridas que parecían cerradas, mientras esté vigente hay que acatarla. Pero lo que también debería decir el alcalde es que es igualmente contrario al espíritu de concordia de la Carta Magna y a sus denodados esfuerzos por pasar página de la contienda civil que asoló España entre 1936 y 1939, la recuperación de una cabalgata republicana que en 1937 recorrió las calles de Valencia entre loas a la Unión Soviética y al entonces líder de aquel país, Stalin. No vale como excusa el que no es el ayuntamiento quien la organiza, porque aunque esto es cierto no lo es menos que el alcalde recibe a las estrafalarias 'reinas magas' en el balcón consistorial, otorgándoles un tratamiento preferente que sin duda no merecen. Un demócrata de verdad no debería hacer distinciones entre dictadores de derechas o de izquierdas, con una doble vara de medir que disculpe en unos casos las flagrantes violaciones de los derechos humanos que en otros condenarían sin matices. Pero los políticos procedentes del comunismo, como es el caso de Ribó, tienen no ya serios problemas sino una absoluta incapacidad para comprender que no hay dictadores buenos (los suyos) y dictadores malos (los de derechas, como Franco). En realidad, no es sólo una asignatura pendiente de Ribó sino de prácticamente toda la izquierda española, que se siente investida de una autoridad moral que le sitúa en un plano superior a la derecha por haber sido oposición al franquismo, ocultando su complicidad con el genocida régimen comunista soviético. Que cuarenta y un años después de la muerte del dictador Franco una comisión fallera plantee un reconocimiento a la fundación que lleva su nombre es como para acudir al psiquiatra. Pero que un dirigente político que prometió ser el alcalde de todos los valencianos y no sólo de los nostálgicos comunistas dé amparo a una provocadora y revanchista cabalgata republicana es más preocupante. Porque los primeros apenas mandan sobre una falla, pero el segundo es el que dirige los destinos de la tercera ciudad española.

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