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MENOS CUIDAR Y MÁS EDUCAR

MENOS CUIDAR Y MÁS EDUCAR

PABLO ROVIRA DELEGADO DEL PERIÓDICO MAGISTERIO EN LA COMUNITAT

Lunes, 27 de febrero 2017, 23:48

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Una de las dificultades que uno encuentra en el ajuste de nuestro sistema educativo es la heterogénea expectativa educativa que tienen las familias e, incluso, las distintas respuestas que requieren las tan variadas necesidades. Diseñar un sistema común para tantas realidades no es sencillo. Encontramos desde familias que buscan con ahínco el bilingüismo cuando apenas los niños balbucean, hasta otras que dificultan que sus hijas estudien porque les es cómodo que en su lugar atiendan la casa y hagan la comida.

Esto no sólo dificulta el diseño de la escuela, sino que divide las perspectivas que sobre ella se tienen y los enfoques que rigen las soluciones que se plantean. La escuela asistencial, para buena parte de las familias, no aborda sus exigencias escolares, mientras que hablar de conceptos como excelencia, para otros, es un subterfugio ajeno a la realidad de muchos chicos y chicas. Una distinción que se ve clara en un ejemplo reciente, con el debate sobre la jornada continua, cuando hablar de su influencia en el conjunto del sistema se suplanta por el ajuste individual a las circunstancias de cada familia.

Un ejemplo más evidente es el que hay alrededor del llamado homeschooling, el educar en casa, que desde las administraciones se observa con escepticismo, pues se pierde el control público de que la familia desarrolle correctamente el derecho a la educación del niño. No es lo mismo que bajo esta desescolarización el futuro académico del niño pase por unos padres efectivamente educadores que se convierta en una excusa para el nomadismo.

Las familias, así, condicionan el debate sobre la escuela, pues tampoco coinciden todas en el reparto de responsabilidades: si la tarea educadora es compartida o si la escuela se debería circunscribir a su labor instructiva. Incluso, hay quien propone la delegación educativa en el Estado por completo, menguando cada vez el rol educador de las familias, reduciéndolo casi a sufragador de la manutención de los niños hasta su mayoría de edad.

Los que creemos en el papel educador principal de las familias hablamos quizás demasiado de lo que exigimos a la escuela, por lo que no está de más recordarnos nuestras propias palabras. Asumir la responsabilidad que estos principios suponen y así, si son ciertas las palabras de que la familia es el principal educador, responder a la altura de tal reto. Al igual que en ocasiones criticamos esa nueva visión que enfatiza la implicación de la sociedad en la Educación sin mirar qué mejorar dentro, quizás las familias también tengan que hacer este ejercicio de introspección.

Desde otra perspectiva, un sector docente transforma esta actitud en reivindicación. Jesús Niño, defensor del Profesor de ANPE: «Las familias se están inmiscuyendo en la educación de manera inadecuada, se creen con derecho a decir al docente lo que tiene que hacer».

De hecho, creo que esta actitud es una derivada más de lo que se llama -esto de la Educación lo llenamos de etiquetas- la hiperpaternidad, una sobreprotección de los niños, atentos a levantarles ante su primer obstáculo, solícitos a reconfortarles frente a cualquier traspiés, anticipándonos a sus necesidades, incluso, siendo más veloces que su hambre en proporcionarles alimento.

Esta tendencia surge con la reducción de la familia y la lenta decadencia de la familia extensa, la que el entorno educaba tanto como los progenitores. De tan deseados, los hijos son ya tesoros, y los tesoros se guardan, se cuidan y no se dejan a la intemperie.

Esta tribuna transita en muy pocas ocasiones por este terreno de los consejos para padres, al igual que evita hablar sobre la docencia, sobre cómo se imparte la clase, pues sería escaso respeto hacia los profesionales y especialistas que abordan estos temas. Más cuando lo de educar se llena de modas y etiquetas y al igual que digo que hay especialistas, sorprende cuán contradictorios pueden ser estos.

Lo que tengo claro es que educar va más allá de la puericultura, aunque es la información más recurrente ante la llegada de un hijo. Así traducimos amar como cuidar, relevando al niño en sus responsabilidades. Ante los deberes, ante los suspensos, ante la gestión de sus conflictos. Educar es darles herramientas para que sean autónomos y no adultos obedientes o incapaces. Quizás tengamos que cuidarles menos y educarles más.

Por una vez, no miremos a la escuela y veamos qué podemos aportar nosotros.

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