Borrar
Urgente Los valencianos acuden en masa a ver a la Virgen en el último día de Fallas
Marzà habla catalán en la intimidad

Marzà habla catalán en la intimidad

El meollo no está en la lengua, sino en que piensa, siente y padece como un determinado tipo de catalán, el tipo independentista

Julián Quirós

Martes, 28 de febrero 2017, 11:06

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Publicado en la edición impresa del 26 de febrero de 2017.

Como Aznar sólo que al revés. El expresidente del Gobierno confesó aquello que todos dimos por falso, que hablaba catalán en la intimidad, y el conseller de Educación calla eso mismo, cuando todos sabemos que es cierto. El meollo no está en que hable catalán (aunque lo llame valenciano para disimular), sino en que piensa, siente y padece como un determinado tipo de catalán, el tipo independentista. Ahí está el problema. No ya en que su cosmovisión identitaria reniegue de elementos esenciales de la Comunitat Valenciana, sino en que se asimila a una ideología separatista y minoritaria que busca romper con el resto de España, la manida independencia de los países catalanes. Esto no lo dice uno, esto lo confesó el propio Marzà antes de ser conseller. Luego borró sus tuits para no dejar rastro, pero no pudo ocultar la grabación radiofónica en la que reclamaba que los valencianos se saltaran las leyes democráticas para acompañar a sus vecinos en el proceso secesionista. Nunca se ha retractado, todo lo más desvía la atención con un chiste autosuficiente y se refugia en esa risilla nerviosa y forzada, parapetada entre iguales sonrisas cómplices de otros colegas, en un vano reflejo de psicología exculpatoria a la manera de habla chucho que no te escucho o no me vas a pillar, blavero.

Se lo dijo Biscuter al detective Carvalho en uno de los últimos libros de la serie: «jefe, saber es defenderse». Así que a riesgo de que Compromís reaccione con la sobada referencia al anticatalanismo recalcitrante de las derechas, vayamos a los hechos recientes. El conseller, después de unos meses oculto tras verse sobrepasado por la exitosa protesta de los colegios concertados, ha vuelto a la carga. Si bien, con más cuidado y atención. Algunas decisiones de los últimos días son obra directa suya, otras pertenecen a otros dirigentes de Compromís, alineados con Marzà como si fueran uno solo:

1) Un nuevo modelo lingüístico en el que se discrimina a los estudiantes de la línea en castellano para aprender inglés. Todo un chantaje académico, en el que se fuerza incidentalmente a los alumnos a pasarse a las líneas en valenciano si quieren elevar su conocimiento de las lenguas extranjeras, creando estudiantes de primera y de segunda. Un ataque a los derechos constitucionales. Esto ya pasó en Cataluña. No podrá sorprender que, en esa misma lógica, lo siguiente sea empezar a recargar los libros de texto con la mística nacionalista, siguiendo un patrón pedagógico totalitario, lo mismo da el catalanismo que la denostada escuela franquista.

2) Obligar a todos los nuevos funcionarios a saber valenciano para acceder a la administración. Podría ser discutible si no estuviera detrás la sospechosa pulsión nacionalista. No hay mejor camino para seleccionar a los trabajadores públicos conforme al perfil ideológico predeterminado. Esto también pasó en Cataluña. Y lo siguiente fue la expulsión de miles de profesionales cualificados a otras regiones.

3) Cambio del nombre oficial de la capital de la Comunitat, de Valencia a València, cuando lo correcto hubiera sido una doble denominación conforme al carácter bilingüe del territorio, ese es precisamente el criterio dominante de los colectivos consultados por este periódico. Ni se hace con consenso político, ni se respeta el bilingüismo amparado en el Estatut ni las distintas sensibilidades de los valencianohablantes, ni se sigue el sentir mayoritario de una ciudad castellanoparlante. Pasó en Cataluña.

4) Elección de una periodista de TV3 para la dirección de la televisión pública. El problema no es la persona seleccionada, Empar Marco, sino su casa de procedencia, usada por el poder político como una gigantesca máquina de manipulación y reingeniería social para empujar a la audiencia hacia las tesis soberanistas. TV3 se ha comportado como un ente de agitación goebbelsiano. Al margen de los encendidos elogios con los que ha glosado a Oltra y Ribó en el pasado, Empar Marco puede ser catalanista, pero no resultaría aceptable que suscribiera las tesis subversivas de TV3 y conviene una aclaración cuanto antes para conocer su visión editorial.

5) Viaje de incógnito de Marzà a Palma para suscribir un acuerdo con otros ideólogos del soberanismo con la excusa de la lengua y denunciar la persecución del catalán por el estado español, cuando la lengua visiblemente perseguida en Cataluña es el castellano. En la misma fecha, Enric Morera participa, también de tapadillo, en la entrega de los premios de Òmnium Cultural, una de las principales plataformas impulsoras de la ruptura con España.

6) Lluvia de dinero para los distintos promotores de la deriva independentista. El Consell ha convertido al Institut Ramon Llull en su interlocutor ante distintas universidades, antes el titular de Educación usó este organismo para promocionar a los editores en valenciano en la feria del libro de Bolonia. Acció Cultural, la histórica embajada del pujolismo en Valencia, recibió en diciembre 53.000 euros de Marzà, después de aceptar otros 123.000 euros del Consell, 41.000 euros de Joan Ribó y 180.000 euros de la Diputación de Jorge Rodríguez.

La cumbre de Palma, con Marzà a la cabeza, ha inventado el término corredor cultural como justificante de sus decisiones; quien dice corredor cultural evita llamarlo con su nombre verdadero. En todo caso, Vicente Boluda y Juan Roig ya pueden ponerse en lo peor. Llamar a una iniciativa parapolítica corredor cultural supone engancharse al tirón del corredor mediterráneo, un proyecto estrictamente económico y ferroviario con amplísima aceptación social que puede verse perjudicado por la huida separatista. Primero contaminándolo con la terminología, a base de inventarse otros corredores de clara significación partidista. Y segundo, usándolo como excusa para otros montajes, como la famosa cumbre pancatalanista que va a celebrarse en Valencia el 2 de marzo de la mano de Eliseu Climent y los anfitriones del Consell bitripartto. Aprovechándose de la demanda de infraestructuras comunes, las instituciones catalanas pretendían quemar una falla desproporcionada, vetando la región de Murcia y trayendo en su lugar ponentes de Escocia, Quebec y Flandes. Secesionismo fetén. Un evento tan grotesco que a última hora, y con todo el programa publicitado, unos y otros han comenzado a quitarse del cartel y escurrir el bulto; aventurando el escándalo venidero. La rebelión de las instituciones catalanas supone ahora mismo el mayor peligro para la consecución del corredor, por mucho que los empresarios de AVE prefieran no ver ese riesgo. Pero está ahí. Y antes o después a todos nos tocará mojarnos. No es que lo diga sólo LAS PROVINCIAS, esta misma semana Antoni Puigverd publicaba en La Vanguardia: «El debate catalán está ensimismado en el proyecto de ruptura con España, un proyecto que no es fácil de compatibilizar con el discreto y racional abrazo valenciano». Como escrito para los empresarios de AVE.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios