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Més que la que més

Las exigencias del nacionalismo catalán se orientan en la práctica como las de aquella reina de la leyenda, que sólo quería sentirse a superior altura

VICENTE LLADRÓ

Sábado, 25 de febrero 2017, 00:11

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Cuenta la leyenda que aquella reina medieval, tan altiva y engolada, exigía a todos los que estaban a su servicio que la ubicaran en los mejores lugares, que apartaran de su vista cualquier cosa o persona que le molestara, que la proveyeran de los más ricos manjares y más lujosas vestimentas, que estuvieran siempre pendientes de ella. Llegaba su quisquillosa actitud hasta caprichos estrafalarios, lo que hacía que la servidumbre tuviera que indicarle a veces, con la máxima sumisión, que tal cosa no podía ser, bien porque tal o cual dignidad, nobiliaria o eclesiástica, disfrutaba de rangos de similar merecimiento, o también que el mismísimo rey le hiciera ver que les convenía ceder ante ésta o aquella personalidad por tal de hacer que se viera obsequiada y complacida. Y cuenta la fábula que, llegada a tal punto, sin poder esgrimir la reina argumentos más convincentes para lograr sus propósitos, proclamaba: «Jo soc més que la que més!» A lo que no cabía réplica, salvo desdecirla de plano; pero a ver quién se atrevía.

Los últimos giros en la cuestión soberanista de Cataluña parecen mostrar una línea similar a la historia de aquella reina. Nacionalismo sí, claro, todo el que haga falta y más, soberanía a raudales, independencia plena, derecho a decidir, referéndum ya... Y a ver quién es el guapo que puede decir que eso no es democracia de la auténtica. Pero, ah, bueno, de repente emergen otras posibilidades, que son las mismas de antaño, pero que estaban en el armario, porque había que apretar. «Home, si ara mos ho arregla millor Madrid...» Madrid y el resto de España, y 'millor' quiere decir más pasta a toda costa. Pero ¿cuánta pasta más? La solución es evidente: «Més que la que més».

Es parecido a lo que ocurre con las cadenas de supermercados. Son vecinos y se vigilan entre ellos, a ver qué hacen, qué tienen, a cuánto venden esto y lo otro. Sobre todo a cuánto venden. A todos les encantaría vender a más precio, porque vendiendo a más se gana más, pero en todo caso la premisa básica es vender y vender, y por eso no pueden soportar el descubrimiento de que el de enfrente venda algo ni a un céntimo menos, porque eso implica perder venta. Entonces coge el responsable de compras y aprieta de lo lindo al proveedor, convencido de que éste le vende más barato a la competencia, y de ahí que pueda bajar precios. Y si no da igual, porque el proveedor tampoco quiere perder ventas y cederá, aun a sabiendas de que luego le tocará el mismo papelón con el de enfrente. Cada uno quiere ser «més que el que més». No importa cuánto; más que la cantidad en sí, que no tiene límite, es saberse en tal condición.

Los nacionalistas, igual. Quieren más. ¿Cuánto? Les basta con saber que es más que lo de los demás. Lo que no soportan es la tabla rasa, porque ellos saben que merecen más. Lástima, no haberse dado cuenta antes los que repartieron competencias: podrían haber fijado el listón más bajo y sería más fácil.

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