Borrar
Urgente Muere el mecenas Castellano Comenge

La revolución en Valencia

MIQUEL NADAL

Viernes, 24 de febrero 2017, 00:14

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Del espléndido coloquio, al que poco contribuí, sobre la figura de Vicente Blasco Ibáñez que celebramos en su casa museo, me quedo con algunos detalles y preguntas en el aire. La reivindicación que el maestro Pérez Puche hizo de las benditas contradicciones de Blasco. Nos hemos acostumbrado tanto a la corrección política, biográfica, del presente, que una personalidad tan compleja, cambiante, en la política, en el periodismo o la literatura como la de Blasco no deja de fascinarnos. Conocemos el pasado para comprender lo que sucedió, pero cualquiera que se acerque a la Valencia del tránsito entre el siglo XIX y el siglo XX, sin pasión militante, tendrá difícil encontrar argumentos con los que edificar una convivencia plural en el presente. Hay algo fascinante desde el punto de vista literario en ese mundo de palos, contienda política, insultos en la prensa que hoy serían intolerables, garrotazos a las urnas o al cuerpo de los adversarios, pistolas, persecución gubernamental de la opinión, duelos y atentados como los del Café Español, que provocan la huida de Blasco de la política. Esa Valencia, suma de intolerancias, del tenía que ser esto o aquello, sin dejar espacio al adversario, no conforma un pasado orgulloso. Podemos rescatar, con guantes, ciertos episodios edificantes, pero el foso centenario que nos separa está muy bien en la hemeroteca. Es el propio Blasco, víctima del atentado, a la vuelta del Centro de la calle de Libreros hacia el local de El Pueblo, el que a la pregunta de sus correligionarios de actuar contra el Chato Rodrigo Soriano, «Don Vicent, vol que se fem en ell?», contesta con un enérgico «Esto se ha acabado». Acabarse aquello fue la salvación de Vicente Blasco Ibáñez. Como siempre, y a pesar de los muchos Blasco a recuperar, las novelas que no se reeditan, sus libros de viaje, la monumental Historia de la Guerra Europea de 1914, surge invariable el insuperable articulo La revolución en Valencia, de 1901, el programa manifiesto para las elecciones municipales, que no es un programa electoral al uso, sino una visión, una imagen del futuro de Valencia. Hoy diríamos un relato o un modelo de ilusión urbanística sobre el papel de la ciudad. Yo, en lugar de primarias, y de programas electorales de esos que se imprimen y editan con escasa lectura, y notorio incumplimiento, daría un par de folios en blanco a cada candidato a la Alcaldía, para que nos redactaran su Revolución en Valencia. Valencia de bulevares o Valencia de carril ciclista, con ilusión, como si fuera una redacción escolar. Con convicción, dando rienda suelta a la imaginación, con sinceridad y pasión, como si fuera un ejercicio de homenaje, sin pistolas, garrotes, duelos o paseos, a un tiempo en que un político era capaz de emocionar describiendo cómo tenía que ser el futuro de su ciudad.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios