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MULTAS A PEATONES

PABLO SALAZAR

Viernes, 24 de febrero 2017, 00:13

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Lo veo, casi lo sufro, a diario, a veces hasta con incredulidad, como el domingo pasado, cuando vi a una pareja de unos 80 años, aproximadamente, saltarse en rojo un semáforo de la avenida de Cataluña, en el acceso a Valencia por la autopista de Barcelona, con coches que entran en la ciudad a toda velocidad, él con bastón, ella cogida de su brazo, y los dos pasito a pasito sin esperar a que la luz se cambiara al verde. Y he visto en la avenida del Cid a ancianas cruzar mal con el carrito de la compra, o a padres con el cochecito del bebé. Así que, en principio, no me parece mal que la Policía Local esté multando a los peatones que no respetan el cruce de la avenida del Barón de Cárcer donde se han producido varios atropellos desde que se impuso el doble sentido de circulación. Hay personas realmente imprudentes que ponen en peligro su vida, últimamente son muchos los que por ir mirando la pantalla del móvil no prestan atención al tráfico, con el riesgo que eso supone. Ocurre, sin embargo, que este mismo ayuntamiento que no duda en recurrir a las sanciones económicas -200 euros- contra los peatones poco responsables, se muestra mucho más reacio a aplicar esta misma herramienta contra otro tipo de infracciones. Para empezar, contra algunos ciclistas que circulan por encima de las aceras a toda velocidad, o que se saltan semáforos, o que no dudan en ir contra dirección durante un tramo. No es que no se pongan multas pero podríamos decir que no es un objetivo, una prioridad. Como tampoco lo son los gorrillas o el botellón, con la excusa en el primer caso de que no sirven para nada porque se trata de personas sin recursos que no pueden pagarlas, lo que las convierte en papel mojado, sin presentar un plan alternativo para tratar de erradicar una mendicidad encubierta y amenazante que atemoriza a los ciudadanos y que se ha extendido por toda Valencia. Un paseo por el centro histórico permite comprobar que se ha incrementado el número de indigentes, de personas sin hogar que piden en las calles y duermen donde buenamente pueden, en cajeros de bancos, a las puertas del Almudín o en un alfeizar de la Almoina. Los 'ayuntamientos del cambio' alardean de no ser 'represivos', de proteger a los menos favorecidos, de velar por los colectivos más débiles. Pero la norma tiene excepciones, como la de los peatones imprudentes. También presumen de garantizar libertades que con los gobiernos del PP estarían supuestamente amenazadas, pero el alcalde de Valencia maniobra para que los centros comerciales cierren en domingo porque dice que ese día no es para comprar sino para pasear o ir a misa. Son las contradicciones de unos dirigentes excesivamente atentos siempre a pequeños grupos de fieles, tanto que se olvidan de lo que quiere la mayoría.

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