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La vida que elegimos, el futuro que elegimos

MIKEL LABASTIDA

Miércoles, 22 de febrero 2017, 23:57

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La habitación del primer piso que compartí con otros estudiantes estaba presidida por el póster de la película 'Trainspotting'. Yo había elegido una vida, que pasaba por trasladarme a otra ciudad, totalmente diferente a aquella en la que me había criado, y que me obligaba a poner no pocos kilómetros de distancia entre mi familia y yo. A veces hay que irse lejos para querer más. Elegí otra familia, unos compañeros de casa con los que no me costó entenderme y con los que practiqué ese ejercicio tan sano que es desaprender gran parte de lo aprendido, para volverlo a aprender, pero de otra manera. Corrimos muchas veces juntos, como Renton, Stud y Sick Boy. Huíamos también. Huíamos de los miedos de adolescente que no te atreves a expresar en voz alta, de las sociedades cerradas en las que te dicen lo que tienes que ser y cómo, de la monotonía que dicta que todos los martes han de ser iguales, de los prejuicios que nos habían inoculado casi sin darnos cuenta. Y de otras tantas cosas que no elegimos. Tampoco elegimos un televisor grande que te cagas, ni lavadoras, ni coches, ni equipos de compacdiscs ni abrelatas eléctricos. Nada de eso. Por aquel entonces nos interesaban poco. Al igual que el colesterol bajo, los seguros dentales, las hipotecas a interés fijo, o los pisos piloto. Ni siquiera pensábamos en ello. Habíamos elegido un empleo al que queríamos dedicarnos. Elegimos una carrera. Elegimos unos amigos. A algunos los traicionamos, otros nos traicionaron, unos cuantos siguen ahí. Sin ser del todo conscientes elegimos un futuro, una serie de actuaciones determinarían en lo que hemos acabado convertidos, que quizá no era exactamente como imaginábamos. La vida nunca es como imaginamos a los veinte. Jamás consumimos heroína, por lo que nos quedamos sin conocer esa sensación que ni siquiera está cerca de «coger el mayor orgasmo que hayas tenido y multiplicarlo por mil». Nos enganchamos a otras muchas cosas. Buenas y mejores. De algunas nos aburrimos, de otras nos saturamos, y unas cuantas nos las arrebataron.

¿Elegimos bien? A veces me lo pregunto. ¿Elegimos de verdad nosotros mismos? También me lo cuestiono. Cuesta explicar a alguien que tenga ahora 20 años lo fácilmente impresionables que éramos nosotros a los 20. O la cantidad de impactos culturales que una sola peli pudo proporcionar a una generación. El póster de 'Trainspotting' fue testigo de estas y otras aventuras. Todas las que pude. Al «Lust For Life» de Iggy Pop le tocó compartir espacio con himnos de artistas más variopintos. El manifiesto de Irvine Welsh me lo recité muchas veces: mientras me preguntaba quién coño era los domingos por la mañana, mientras me sentaba en el puto sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, mientras llenaba la boca de puta comida basura. Una vez elegí que el cine iba a marcar mi vida. Y algunas pelis han confirmado que elegí bien.

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