La protección del menor

Es encomiable sin duda la protección que nuestro autodenominado Estado de Derecho pretende ejercer sobre los menores aunque quizá también debiera ser completada con medidas para protegernos de ellos, cosa que según las informaciones sería necesaria en más de una ocasión.

Me asombra ver sus rostros pixelados y no acabo de entender qué clase de protección es ésta. Hace algún tiempo un menor valiente salvó a su clase de la agresión de otro. Podía haber sido ensalzado como un héroe enseñando su faz... pero fue condenado a su ocultación.

Precisamente, en este mismo caso, se dudó si la causa de la agresión no era este azote tan terrible de la niñez que se llama acoso. También se aventuró que tal acoso, caso de existir, podía deberse a sus buenas notas. Es realmente prometedor, entre comillas, la educación que reciben nuestros protegidos menores.

Se les quiere privar de los colegios concertados, no sea que aprendan religión. Viva la laicidad (palabra que no existe según el diccionario de la Real Academia, edición de 2001) que por lo visto así debe llamarse al laicismo bueno.

Por último, pero lo más importante, se niega al menor el derecho a llegar a serlo. Como dijo Asensi en su carta diaria han quedado sacrificados dos millones de esos menores llamados a ser protegidos. En aras de la libertad de expresión bien amada y sin querer incurrir en ninguna responsabilidad me limito a preguntar: ¿No estará cometiendo un genocidio nuestro auto proclamado Estado de Derecho? Y también pregunto: ¿dirá algo el Tribunal Constitucional cuando pase una década?