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Sobre las sentencias y sus glosadores

Con las sentencias empieza a pasar como con el fútbol: todos opinan más en función de sus favoritismos que de lo visto sobre el terreno

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 22 de febrero 2017, 00:07

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Me da la sensación de que con las resoluciones judiciales, en España empieza a pasar un poco como con los partidos de fútbol: que todo el mundo tiene algo que decir al respecto, y con frecuencia ello está más en función de los propios favoritismos que de lo visto sobre el terreno de juego.

Igual que cuando el propio equipo resulta derrotado por el rival, cuando los tribunales desestiman las pretensiones que uno consideraba justas las excusas suelen ser infinitas. El «perdimos el partido, pero lo que cuenta es que hicimos buen fútbol» se transforma aquí en un «tal vez no haya habido delito, pero lo que importan son las responsabilidades políticas»; el «creamos ocasiones de gol, pero no supimos transformarlas» se traduce en estos casos en un «es cierto que el fallo fue absolutorio, pero hay que leer las cosas tan tremendas que se dicen en los considerandos»; y el «sufrimos un arbitraje nefasto» se convierte automáticamente -ya lo habrán imaginado- en un «en este país no existe la justicia independiente». Un vasto elenco de excusas a las que cuando -como en el caso Nóos- anda de por medio algún miembro de la Familia Real que no recibe el castigo que supuestamente merecía, se complementa con un «los borbones siempre se libran sus delitos», genuino trasunto de ese «los árbitros siempre pitan a favor del Madrid» que todos habremos oído una y mil veces.

En cambio, cuando ganan los que uno considera 'los suyos', el resultado del partido siempre habla por si solo y revela bien a las claras lo sucedido sobre el césped. En ese caso los condenados pierden automáticamente la condición de 'presuntos' y pasan a engrosar el averno de los delincuentes, al tiempo que descartamos con displicencia triquiñuelas legales como la apelación al Supremo o el recurso al Constitucional. Como en los partidos de Liga en los que importan mucho más los tres puntos en juego que la diferencia de goles, tampoco aquí importa de cuantos delitos haya salido absuelto el condenado, ni cuantas atenuantes le hayan sido de aplicación: su condición de 'condenado' lo puede todo, lo avasalla todo, y lo anula todo.

El problema radica en que el fútbol es parte deporte y parte espectáculo, y la justicia no tiene nada que ver con lo primero, ni debería ser lo segundo; que en el fútbol entra dentro de lo normal que uno tome partido antes incluso de que los jugadores salten al terreno de juego, mientras que en materia de justicia seria deseable que uno se abstuviera de tomar partido hasta el momento en que se dicte sentencia. Y, sobre todo, que mientras en el fútbol el árbitro debe tomar sus decisiones en una fracción de segundo, en la justicia los magistrados lo hacen -como en el caso que nos ocupa- solo tras meses y meses de escuchar los testimonios de encausados y testigos y después de haber redactado una resolución de cientos y cientos de páginas. Ojo a la diferencia.

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