El verdadero poder provincial
FERRAN BELDA
Miércoles, 8 de febrero 2017, 23:44
Secciones
Servicios
Destacamos
FERRAN BELDA
Miércoles, 8 de febrero 2017, 23:44
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
El secretario general de la Diputación de Valencia Vicente Boquera debe ser algo así como Humphrey Appelby, el sinuoso fedatario institucional que tenía atemorizado al pardillo de su jefe en la serie 'Sí, ministro'. Un profesional con más conchas que un galápago, seguro de sí mismo y de la fugacidad de sus superiores orgánicos tras haber visto entrar y salir de la Administración a no menos de dos consejeros de Gobernación -Felipe Guardiola y Vicent Soler- y a varios presidentes de diputación del PP y del PSOE. Porque si no, no se entiende nada de lo que sabemos de él, que no es mucho en comparación con lo que él debe saber de la vida y la obra de los inquilinos del Palacio de la Batlia.
No se entiende que sea 'la bien pagá' de toda la comunidad política valenciana. Que cobre más de lo que cobraba en la Generalidad, sí, porque de lo contrario no se habría cambiado de bando. Pero, ¿tanto como 120.000 euros anuales frente a los 82.602 del alcalde de Valencia, los 67.615 del presidente de la Generalidad o los 65.847 del titular de la Diputación valentina, según la nómina de 2015? Es lo que ya no resulta normal. Como tampoco se termina de comprender que percibiera dietas de 1.800 euros por levantar acta de lo que se cocía en reuniones de pastores tan poco recomendables como las de Imelsa; sobresueldo que, multiplicado por una media de más de ocho sesiones por año le permitía casi doblar los honorarios de la primera autoridad autonómica. No digamos ya que las continuara cobrando después de que Marcos Benavent se entregara a la Guardia Civil.
Del uso patrimonial de la cochera del MUVIM, en cambio, se entiende todo. Se entiende que la prensa denuncie que el secretario general de la Diputación aparque el coche en un estacionamiento oficial vigilado las 24 horas del día. Y sobreentiende por qué el diputado de Cultura Xavier Rius, como poco, no se lo impide, a pesar de su condición de policía local en excedencia: porque no hay lo que hay que tener (Tom Wolfe) para embridar a un Humphrey Appelby de carrera. Boquera no tendría derecho a voto en el consejo de administración del «yonqui del dinero», pero en la Batlia exhibe un vozarrón que impresiona a los eventuales, condiciona votos y constituye un poder paralelo. Cuentan que a Margaret Tatcher le gustaba tanto la serie 'Sí, ministro' que le puso el nombre de Humphrey al gato que le llevaron para que mantuviera a raya a los roedores del 10 de Downing Street. Lo mejor de todo es que, con el tiempo, el morroño se adueñó de la residencia oficial de los primeros ministros británicos, despidió a la señora Tatcher cuando expiró su mandato, al señor John Major cuando finiquitó el suyo y todavía ronroneó en el regazo de Tony Blair durante unos meses. Talmente como Boquera Matarredona en la Batlia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
¿Cómo llegó una valla de obra a lo alto del Acueducto?
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.