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LA GAMBA SINFÓNICA

ANTONIO VERGARA

Sábado, 14 de enero 2017, 23:59

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En 1874, el ruso Músorgski compuso una suite titulada 'Cuadros de una exposición'. La música era 'realista' y 'descriptiva'. El tema giraba alrededor de diez cuadros expuestos en una galería de arte. La partitura y la orquestación intentaban transmitir al oyente la elocuencia o grandilocuencia de cada uno de los cuadros. Tarea imposible por la diferencia de ambos lenguajes: la pintura y la música. La música es excelente pero los cuadros no los 'escuchamos'.

En un esfuerzo titánico por superar a Músorgski, ayer se estrenó en el Centro Social de Denia 'La banda sonora de la gamba de Dénia', del joven maestro Javier Pino. Una gamba fresca, gorda, recién pescada y de un tamaño considerable, presidió esta 'première' mundial. En una de las butacas se sentaba, discretamente y con la humildad que le caracteriza, Quique Dacosta, el filósofo de la gamba.

'La banda sonora de la gamba de Dénia' dura 18 minutos. Hay mucha preeminencia de metales épicos. La introducción parece que está inspirada en la partitura de John Williams de 'La guerra de las galaxias'. Aunque en distintos pasajes recuerda a las marchas de Moros y Cristianos.

Esta suite consta de tres movimientos: 'La Pesca, La Cocina y El Sabor.' El trabajo de composición de Javier Pinto es muy meritorio. Ha logrado que el melómano 'escuche la pesca', la gamba (cocida o a la plancha) y su sabor, de tal manera que se ahorra no menos de 90 euros por el realismo culinario de la solfa. La gamba se 'mastica' y cuando se chupa su cabeza -lo mejor- al oyente le entran ganas de reservar mesa en El Faralló -cuya gamba hervida es imbatible-, y pedir media docena más.

Sin embargo, la gamba de Dénia no vive junto a la costa de Dénia, valga la paradoja. La misma ('Aristeus Antennatus') habita en el caladero entre el cabo de San Antonio e Ibiza. Es idéntica a la que se captura en Calpe, Jávea, Santa Pola, La Vila Joiosa o Gandía. Y también en el golfo de Alicante o el de Vera, delimitado por el cabo de Palos y el de Gata. Nada, pues, en el talud continental e insular. En la lonja de Dénia sólo se descarga diariamente una media de cinco o seis cajas de gamba 'grossa'. La aritmética se impone: ¿cómo hay decenas de restaurantes, no sólo en Dénia, que anuncian en sus cartas 'gamba de Dénia'? Entramos ya en un milagro evangélico, el de la multiplicación de los panes y los peces.

Se habla muy alegremente y sin conocimiento de causa de la 'gamba de Dénia'. No es mi caso porque he leído, y obra en mi biblioteca, la tesis doctoral del Departamento de Biología Animal I de don Mariano García Rodríguez, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid. Se titula 'La gamba roja Aristeus Antennatus (Risso, 1816) (Crustácea, Decápoda): Distribución, Demografía, Crecimiento, Reproducción, y Explotación en el Golfo de Alicante, Canal de Ibiza y Golfo de Vera'.

La tesis fue dirigida por el doctor Enrique de Cárdenas González en 2003. Un trabajo pionero que todo buen valenciano debería leer para no caer en chovinismos y errores, por mucha música que le pongan a la gamba y dirija el concierto un belga, Frank De Vuyst, quien ha sido titular de la Unión Musical de Ondara, la Unión Musical Utielana, Unió Musical de Torrent y Agrupación Artística de Dénia. Es el maestro adecuado porque la gamba es una temática musical que conoce a causa de las que habrá comido en Dénia como parte del ensayo general de 'La Banda Sonora de la Gamba de Dénia'.

Sin embargo, a pesar de su sabia batuta y del empaste de los metales, lo importante de la gamba es que sea fresca, esté bien cocida y con la sal precisa.

Fue tal el realismo de la composición y la interpretación que dos docenas y media de gambas saltaron del escenario y cayeron en las butacas de las autoridades de Dénia. Hubo rumores. Incluso se escuchó a un exaltado gritar «¡corrupción!». Pura demagogia.

Entonces me acordé de un genial sketch del humorista valenciano Luis Sánchez Polack 'Tip' donde relata de modo surrealista el caso de una gamba adoptada, de pequeña, por una familia. Le daban de comer, la duchaban, la abrigaban con peúcos, se sentaba a la mesa para comer. Hasta que llegó Nochebuena y nadie se atrevía a cocerla. Le habían tomado cariño. ¿Para cuándo una banda sonora sobre la olla morellana?

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