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:: REUTERS/Jonathan Ernst
Un cierto temor

Un cierto temor

VICENTE L. NAVARRO DE LUJÁN

Sábado, 14 de enero 2017, 23:59

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El miedo es un sentimiento absolutamente humano que en algún momento de nuestras vidas nos ha visitado a todos, de modo que únicamente es pernicioso cuando se convierte en una pulsión patológica que nos impide actuar y vivir. De hecho, nuestra primera experiencia tras el nacimiento es el llanto, casi como una respuesta espontánea ante el hecho de enfrentarnos a un entorno nuevo y desconocido, que sólo se mitiga o desaparece cuando el neonato es colocado junto al calor de la madre.

Cada cual seguro que mantenemos recuerdos de aquellos momentos de nuestras vidas en los que sentimos desasosiego y en este sentido evoco un buen día de mi infancia, allá por el lejano octubre de 1957, cuando en plena fuerza del día la ciudad se oscureció como si fuera noche cerrada y un enorme turbión de agua, como jamás lo he vuelto a ver, se precipitaba sobre Valencia, y yo lo contemplaba desde mi balcón de la Plaza de la Virgen donde entonces vivía, un episodio que era el prolegómeno de la inundación que poco a poco iría asolando a la urbe. Luego vinieron otros instantes en los que percibí esa sensación extraña e inquietante a la que podemos llamar aprensión, aunque no llegue a aterrorizarnos: por ejemplo, unos días de octubre de 1962, de los que yo mantengo perfecta memoria, con mi padre pendiente de la televisión, la radio y los periódicos, lo que me hacía intuir que algo grave estaba pasando, y más tarde supe que eran los días de la crisis de los misiles de Cuba, cuando el mundo entero estuvo al borde del abismo; más tarde, la ciudad vacía las noches del 20 de diciembre de 1973 -día del asesinato de Carrero Blanco- o la del 23 de febrero de 1981, esta última con su silencio sólo traspasado por el rumor de los motores de los tanques.

Experimentar cierto recelo ante lo desconocido va ínsito en lo profundo del ser humano, se percibe cada vez que inauguramos un ciclo vital o histórico, y lo avistamos también ahora, en los albores del año 2017, cuando una serie de acontecimientos nos llenan de dudas acerca de lo que vaya a ir pasando. Un año que se ha despertado en medio de un recrudecimiento inicuo del terrorismo, fenómeno que ya vamos asumiendo a escala planetaria como la nueva forma que la guerra adopta en nuestros días, con su decurso imprevisible y arbitrario acerca de dónde, cómo y cuándo se producirá la siguiente tragedia.

Junto a ello, que ya constituye casi una alarma consustancial a nuestra vida, el año se nos ofrece con una serie de interrogantes de gran calado. No es el menor el proceso de traspaso de poderes que está viviendo la primera potencia mundial, inédito hasta ahora por la pérdida de formas procedimentales, por la renuencia de la presidencia cesante a admitir lo que ha sido un mandato de las urnas, por sorprendente que nos pueda parecer a los europeos, o la interferencia de diversos servicios de espionaje americanos y extranjeros en el proceso de transferencia de poderes, con revelaciones inquietantes y una constante manipulación de la opinión pública en un incesante cruce de verdades, rumores y mentiras, todo lo cual no dejaría de ser una anécdota si aconteciera en un país menor, pero que implica una extrema gravedad cuando afecta a la potencia que hasta hoy ha liderado al mundo.

Para propios y extraños, la singular personalidad del Presidente electo en Estados Unidos nos plantea un sinfín de interrogantes que iremos desvelando poco a poco a medida en que su mandato se haga efectivo, sobre el cual sería aventurado formular hipótesis desde el solar europeo, porque la política norteamericana tiene unas claves peculiares que poco se parecen a las nuestras. Recordemos con qué prevención recibieron los medios europeos y la opinión pública de este continente la elección de Ronald Reagan, y nadie podía imaginar que en sus mandatos el mundo iba a vivir uno de los acontecimientos claves del siglo XX, con la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra fría. Como siempre, nos toca esperar, ver y juzgar en su momento.

Todo ello tras el declive de un mandato presidencial como el de Obama, que ha dejado un rastro de frustración frente a tantas expectativas como suscitó en su inicio, y que poco a poco, por inhibición en temas claves de la política internacional, ha ido transfiriendo ese liderazgo mundial de hecho hacia Rusia y la persona que en estos momentos rige a esta potencia, coincidiendo además con un periodo en el que el proyecto europeo ha sufrido los peores embates desde la suscripción de los tratados de Roma: brexit, populismo creciente de matiz antieuropeísta y próximas citas electorales en países claves de Europa, cuyos resultados son hoy por hoy imprevisibles. Un año nuevo lleno de dudas, recibido con temor y temblor, como diría Kierkegaard, con el anhelo de que, por encima de toda desconfianza, se cierre con un horizonte de esperanza.

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