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UN GRAN HERMANO PODEMISTA

PABLO SALAZAR

Viernes, 13 de enero 2017, 00:07

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Conocido de sobra es que Podemos nace a partir del 15-M, el movimiento de los indignados, de las protestas en la calle contra la crisis económica y la corrupción política institucionalizada. Pero por encima de cualquier otra consideración sobre su origen, sus integrantes o su ideología -que ha evolucionado desde la búsqueda de la transversalidad hasta la izquierda radical pura y dura, la de toda la vida- hay algo en la formación que lidera Pablo Iglesias que es intrínsecamente suyo, muy característico, casi un hecho diferencial: es un producto de nuestro tiempo, el resultado de las redes sociales y de la permanente exposición mediática de sus dirigentes y especialmente de su número uno, que ha hecho fortuna (política) gracias a la pequeña pantalla. La marca morada no se puede entender sin el televisor o los móviles, sin el recurso al espectáculo como táctica para captar la atención de los medios y a través de ellos de los electores. Pero el problema para Podemos es que esta fórmula en la que se basó su ascenso es también la que explica su declive, porque al igual que ocurre en la televisión con algunos personajes o con determinados programas o series, el fenómeno ofrece a estas alturas evidentes signos de cansancio, de agotamiento, de hartazgo entre los potenciales consumidores, de haber dado ya de sí todo lo que podía ofrecer, que en algunos momentos ha sido mucho, porque hasta sus más acérrimos enemigos le tendrán que reconocer que ha ayudado a renovar un ambiente político excesivamente viciado. En Podemos ya no hay frescura, ha desaparecido cualquier atisbo de novedad y las ocurrencias de Iglesias son ya más propias de un programa de José Mota que del debate político. El mismo enfrentamiento entre el secretario general e Íñigo Errejón es un remedo de Gran Hermano, una especie de convivencia televisada en directo durante las 24 horas del día, con debates posteriores acerca de lo que ha dicho uno, de cómo ha reaccionado el otro, de la mirada de aquel y del gesto de éste. Conociendo la afición por el teatro del líder podemista no sería de extrañar que acabara proponiendo algo así, una especie de encuentro previo a Vistalegre II pero con formato televisivo, viviendo y debatiendo todos en una casa, él, Errejón, Monedero, Echenique, Tania Sánchez, Irene Montero, Mayoral, Bescansa, con debates, discusiones, enfrentamientos y reconciliaciones en vivo y en directo, para topdo el público, un Gran Hermano podemista que les devuelva el protagonismo perdido, con posteriores análisis (en La Sexta, por supuesto), con eliminados cada semana y con un ganador al final del programa.

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