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El fracaso del progresismo en USA

ANTONIO PAPELL

Viernes, 16 de diciembre 2016, 23:59

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Mark Lilla, profesor de Humanidades en la Universidad de Columbia, ha desarrollado una atractiva tesis para explicar el naufragio de los 'liberales' -los progresistas del Partido Demócrata, en la terminología norteamericana- en las elecciones pasadas. Lilla sostiene la tesis de que «la fijación de la identidad racial, sexual y de género ha deformado el mensaje del liberalismo americano y le ha impedido convertirse en una fuerza unificadora capaz de gobernar». En síntesis, piensa que la respuesta liberal estándar a la cuestión de la diversidad ha sido que debía ser tenida en cuenta e incluso 'celebrada', «lo que es un estupendo principio de moral pedagógica pero nefasto como cimiento de políticas democráticas en nuestra era ideológica». «Clinton -ha escrito- se mostraba en sus mejores y más estimulantes momentos cuando hablaba de los intereses americanos en el mundo y de cómo se identifican con nuestra concepción de la democracia. Pero en lo que se refiere a la vida doméstica, en la campaña tendió a perder esa amplitud en su visión, cayendo en la retórica de la diversidad, apelando explícitamente a afroamericanos, latinos, L.G.B.T. y mujeres cada dos por tres. Fue un error estratégico. Si se mencionan las minorías en Estados Unidos, es mejor que se mencionen todas. Si no, aquellos que hayan sido omitidos se darán cuenta y se sentirán excluidos. Y, como muestran los datos, esto es lo que pasó exactamente con la clase trabajadora blanca y con aquellos sectores del electorado con firmes convicciones religiosas. Dos tercios de votantes blancos sin título universitario votaron a Donald Trump, al igual que lo hicieron más del ochenta por ciento de votantes blancos de religión evangélica». En suma «la obsesión con la diversidad ha alentado a los estadounidenses blancos, rurales y religiosos a verse como un grupo desfavorecido cuya identidad está siendo amenazada o ignorada».

En definitiva, la obsesión progresista en la integración de las minorías ha impedido a los demócratas entender que hay grandes asuntos transversales que interesan a toda la sociedad americana y que deberían ser la plataforma de las grandes opciones. Como también dice Lilla, «necesitamos un liberalismo postidentitario, y debería partir de los pasados éxitos del liberalismo preidentitario. Tal liberalismo debería ampliar su base a fuerza de dirigirse a los estadounidenses en tanto que estadounidenses y enfatizando los problemas que afectan a la gran mayoría de ellos. Debería hablar al país como a una nación de ciudadanos que están juntos en esto y que deben ayudarse unos a otros». Resuelta en España la fragmentación identitaria, es necesario que también aquí las grandes opciones ideológicas generen proyectos globales y transversales basados en creencias comunes, en normas de conducta que nos hemos dado entre todos y en códigos de derechos y deberes que expresan nuestra cultura y nuestra civilización.

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