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PERO, ¿QUIÉN COMPRA?

HÉCTOR ESTEBAN

Jueves, 8 de diciembre 2016, 23:46

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Una de las frases que más he escuchado en los últimos meses es que Peter Lim quiere vender el Valencia. «Rumore, rumore», como cantaba la Carrá ahora que el club vive un proceso de italianización. A mí no me preocupa que Lim venda. Mi interés siempre va un paso más allá: ¿quién querría quedarse ahora un transatlático varado como el Valencia? Esta es la verdadera incógnita de la ecuación. Si se pudo comprar hace tres años por mucho menos dinero, quién es el pardillo que pagaría casi 200 millones al magnate de Singapur por una entidad con un rosario de problemas a la vuelta de la esquina. El club de Mestalla ahora mismo es un despojo en lo deportivo. Trasquilado por las caóticas decisiones de su máximo accionista. Atropellado por una muy deficiente gestión deportiva. Con y sin director técnico. Lastrado en los puestos que llaman a la puerta del descenso a punto de cruzar el ecuador de una Liga que se puede convertir en un angustioso camino hacia nadie sabe dónde. Con una plantilla sin alma. Con la ausencia de un líder como el gran tumor de un colectivo atenazado por el miedo. Por el temor a perder, a la crítica, al desconsuelo, a la soledad, a sus futuros contratos. Con una grada noqueada, afectada por la peste de la indiferencia, potenciada en ocasiones desde el propio club, que no ha sabido como mantener la esencia de lo que siempre fue Mestalla. Con seguidores enfrentados para sumar un capítulo más a la esquizofrenia colectiva. Con una deuda estratosférica. Unos 300 millones de euros aplazados a un largo plazo que no es más que una condena a cadena perpetua por los pagos al banco. En temporada y media el club deberá empezar a amortizar unos préstamos millonarios. Y ahora, con la soluciones de urgencia, la sensación es de una alarmante improvisación para buscar ingresos debajo de las piedras cuando los gurús internacionales lo único que han hecho es engordar sus bolsillos. Y en la avenida de Les Corts Valencianes, se levanta majestuoso el mayor ridículo de los últimos tiempos, el esperpento hormigonado de un nuevo estadio para vergüenza de una ciudad entera. Peter Lim salió vencedor en un proceso de venta manipulado. En una negociación en la que tuvieron cabida hasta presuntos estafadores que ya arribaron antes para hacer negocio. Es lícito que Lim quiera vender su 82% de acciones. Otra cosa es que pueda. ¿Pero quién quiere comprar el solar? La sensatez nunca marida con el disparate, por lo que no me creo que haya enajenados capaces de invertir su dinero en un proyecto de incierto futuro. El Valencia, alejado de la excelencia deportiva y con telarañas en los bolsillos, se aproxima a un futuro casi presente de funestas consecuencias si nadie lo remedia.

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