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GOLPE EN LA MESA

JOSÉ MARTÍ

Martes, 6 de diciembre 2016, 00:14

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En el fútbol a veces es bueno confundir trabajo y placer. Algunos profesionales lo saben y son capaces de desplegar un juego alegre y desenfadado. Pero la mayoría no. Se distribuyen por el verde tablero constreñidos por unas instrucciones del entrenador, amarrón y resultadista por definición, que les obliga a cumplir unas órdenes repetidas hasta la saciedad durante la semana. 'Oficio' suele ser el eufemismo utilizado para definir la castración del talento futbolístico. Algo así le sucede a una plantilla granota muy capaz pero demasiado coartada en su creatividad. Un conjunto que ha ido perdiendo fuelle, buscando solo el resultado y que se ha dejado llevar por la inercia. El Levante ha ido de más a menos. Se ha convertido en un equipo previsible, sin chispa, contemporizador en su juego. En esta segunda división donde impera la igualdad, los valientes y creativos terminan destacando al final en medio de tanto músculo.

Muñiz debe mover el árbol y hacer reaccionar a un equipo apoltronado desde hace semanas, que subsiste a base de rentas y ha dilapidado una amplia diferencia en la clasificación. Toca ponerse el mono de trabajo para encontrar soluciones. Empezando por el míster que ha apostado por un conservadurismo desesperante, un juego especulativo de control infructuoso en espera del fallo del rival que no va a ninguna parte. Sobre todo cuando, a la postre, el error lo cometes tú. Los partidos del Levante se convierten así en una suerte de lanzamiento de moneda al aire que puede caer, 'fifty-fifty', hacia cualquier lado. Llegados a estas alturas de competición, a las puertas de finalizar la primera vuelta, es necesario más valentía. Una imaginativa vuelta de tuerca que aporte un salto de calidad, pues solo obtiene la gloria quien es ambicioso y arriesga. El partido dominical en Girona fue un reflejo perfecto de la situación. Y el anterior en Oviedo, más de lo mismo. Muñiz solo se atrevió a cambiar el dibujo, acorralando al rival en ataque, cuando arrastraba dos goles en contra. Demasiada mochila. ¿Por qué no salir desde el principio a por el partido, con un planteamiento audaz que sorprenda a los rivales? El Levante sigue líder y, como tal, no deberíamos ponernos tan tremendistas, cierto, pero ya venimos advirtiendo del declive hace tiempo. Ni siquiera la situación del vecino sirve de consuelo. Solo desde el análisis sosegado de las circunstancias se pueden sentar las bases para conseguir el éxito final. La fórmula para acabar con la mala racha empieza por dar un golpe en la mesa y lograr que los jugadores vuelvan a disfrutar, a confundir trabajo y placer. Como dijo el jacobino Robespierre, «cuando el trabajo es un placer, la vida es una alegría; cuando el trabajo es un deber, la vida es una esclavitud». Murió degollado.

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