MARCAR EL RITMO

Manejar con deslumbrante arte de dibujo animado creado por Chuck Jones o Tex Avery un balón empleando los pies requiere, sin duda, horas de entrenamiento y notables sacrificios. Pero lo fundamental viene con ese don celestial que te convierte en un auténtico filigranas capaz de golpear la bola como nadie. Puedes machacarte en el gimnasio, pero sin ese misterioso talento que te empapa desde la infancia no lograrás coronar la cumbre.

Ante las estrellas del fútbol que, presuntamente, desvían millones del rigor de los impuestos, escucho algunas voces lastimeras que se preocupan por el mal ejemplo que proporcionan a los niños que siguen apasionados las ligas futboleras y las gestas de sus héroes. Pésimo ejemplo segregan, desde luego, pero una sociedad que atiende las palabras, los desplantes y las merluzadas de los deportistas de publicidad postinera, se equivoca. Si los referentes de los chavalines son los futbolistas, vamos mal. La mocedad que deambula en pleno despiste hormonal busca líderes, modelos a imitar, y nosotros sólo les ofrecemos la caspa catódica de los concursantes amelonados, las suripantas que posan con las tetas al aire en la revista del ramo o los genios del balón cuyo máximo anhelo gravita en lo de comprarse un cochazo veloz para demostrar la categoría de sus ingresos así como sus inquietudes de corte puramente mecánico. Orillamos a nuestros pensadores, a nuestros investigadores, a nuestros escritores, a nuestros científicos, en definitiva a los que podrían forjar una columna vertebral de razonamiento sensato, cargado de ilusión hacia una mejoría colectiva. Si los señoritos malcriados del balón, con escamoteo de impuestos cierto o falso, son los que nos tienen que marcar el camino y el ritmo, no nos quejemos luego del fracaso escolar y del analfabetismo funcional rampante.