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La hora de la independencia fallera

FERRAN BELDA

Lunes, 5 de diciembre 2016, 00:45

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Pere Fuset tiene una oportunidad única para hacerse perdonar el apolillado 'Manual de la perfecta fallera'. Una ocasión de oro para demostrar que aspira a algo más que a 'normalitzar' las Fallas, ya que de lo contrario quedará como un rupturista en las formas pero conservador en el fondo. Y quizá no le guste. Un reformista que se limitó a enjalbegar la herencia recibida y encontró perfectamente lógico que el alcalde fuera el presidente nato de la Junta Central Fallera (JCF) y el edil de Fiestas, o sea él, el consejero delegado. Anacronismo que no se produce en ninguna otra parte donde se celebran Fallas, Hogueras, moros y cristianos o carreras de sacos, y que tiene un origen y unas connotaciones que no parecen chirriar a oídos de la izquierda que nos gobierna, a pesar de lo partidaria que es de 'empoderar' a cualquiera en otros órdenes.

Las tareas que viene acometiendo lo confirman. Fuset ha manifestado más interés en que las tildes coincidan con los acentos en los 'llibrets' o en que se silabeen correctamente palabras como 'Va-lèn-ci-a' o 'in-de-pen-dèn-ci-a', esta, a ser posible, a voz en grito: 'in, in-de, in-de-pen-dèn-ci-a!', que en concederla. En controlar el entramado festivo, que en desvincularlo de la Administración. Nada de lo desarrollado hasta la fecha induce a pensar que Fuset y los nacionalistas que le acompañan quieran que la JCF deje de ser lo que ha sido siempre: un apéndice municipal. La cabeza de puente del poder político en la más arraigada de nuestras tradiciones populares. La antítesis, por tanto, de lo que el tripartito predica. Tanto en relación con el autogobierno como con otras causas de las que ha hecho bandera.

La Ley de Memoria Histórica es un buen ejemplo de ello. Aplicarla a machamartillo en según qué cosas y al mismo tiempo aferrarse a privilegios franquistas en según qué otras es un contrasentido. Una incoherencia que les lleva indistintamente a quitar las placas del INV y a mantener una estructura creada en 1939 bajo el mandato del Ejército de Ocupación de Levante. La primera porque les permite ganar votos, o al menos eso creen, la segunda porque les garantiza la tutela de la fiesta. Y es lo que no puede ser. Si establecen excepciones a la Ley de Memoria Histórica tendrán que rebajar, verbigracia, la iconoclastia y si no tendrán que devolverle el poder al sóviet fallero. Abandonar la municipalizada JCF en lugar de esforzarse en disimular sus orígenes mediante un corta y pega que no siempre sale bien. Fuset, surgido de las entrañas del sistema con los reglamentos en los genes, tuvo ocasión de comprobarlo cuando intentó 'aggionar', que no suprimir, unas normas que en sus momentos de esplendor fijaban desde cómo tenía que ser el uniforme masculino a la profundidad de los escotes femeninos. Un liberal impulsaría una salida ordenada de la corporación de la JCF. Fuset, el tapado de los canalillos.

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