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De Ötzi al Big Data. Un viaje peligroso

CARMEN DOMINGO MONFORTE PERIODISTA. DOMINGO MONFORTE ABOGADOS ASOCIADOS

Domingo, 4 de diciembre 2016, 00:03

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Vivió hace 5.300 años, pero hace solo 25 que se descubrieron sus restos en el macizo de Ötzal (Austria) y fue bautizado con el nombre de Ötzi, el hombre de los hielos. Los científicos han analizado con lupa su cuerpo momificado y extraordinariamente bien conservado. Y Ötzi se ha convertido en una mina de información que ha iluminado un período crucial de la prehistoria: el Neolítico. Esos siglos en los que la especie humana dejó de ser nómada recolectora para convertirnos en agricultores y ganaderos.

Es curioso que solo estudiando sus restos y utensilios podamos saber tanto de Ötzi. En el momento de su muerte tenía entre 40 y 50 años. Medía 1'60 metros y pesaba aproximadamente 60 kilos. Tenía muchas enfermedades, úlceras en la boca... Pero piensan que murió asesinado a traición. Una flecha, lanzada a larga distancia, se clavó en su hombro izquierdo, le paralizó el brazo y abrió una herida por la que se desangró hasta morir. Parece que fue una venganza. El asesino solo quería verlo muerto porque ni siquiera robó la valiosa hacha que portaba. Esa hacha es otro de los grandes descubrimientos arqueológicos. El cobre del que está hecha procede de la región italiana de la Toscana... ¿cómo llegó hasta los Alpes? Existía en esa remota época ya algún intercambió comercial o viajes a tan larga distancia?

La historia de Ötzi convertida en un manual momificado de los usos y costumbres del neolítico invita a la reflexión. 5300 años después, el hombre se dedica a desnudar su vida y compartirla con millones de desconocidos a través de internet. Vamos dejando en Facebook, Google o Amazone nuestros datos personales, pistas de como somos, qué pensamos, qué nos gusta y hasta qué enfermedades padecemos ¿Estamos alimentando, voluntaria y confiadamente a ese monstruo bautizado como Big Data? ¿Le estamos dando a la inteligencia artificial poder para controlar nuestras vidas?

Quizá sí. Esa es precisamente la teoría que defiende el historiador Yuvav Noah Harari, en su último libro 'Homo Deus'. Asegura que es probable que una nueva clase de superhumanos, cada vez más poderosa gracias a sus conocimientos tecnológicos, se distancie de la masa y monopolice el poder en el futuro. Appel o Facebook tienen ya información sobre cada uno de nosotros que ni el KGB soviético hubiera podido conseguir aplicando sus más sofisticadas técnicas de espionaje. ¿Estará el mundo en un futuro cercano controlado por máquinas y corporaciones tecnológicas con poder para modificar nuestro libre albedrío?

Da miedo pensar que pueda ser así. Pero creo que no debemos asustarnos. Sabemos el poder que pueden llegar a tener las nuevas tecnologías de la información. Lo útiles que son y lo peligrosas que pueden llegar a ser. Es el momento de ponerles límites. Darles el papel social y de progreso que les corresponde pero reservando nuestra intimidad, nuestro ADN vital, protegiendo nuestra libertad. Solo de esa manera evitaremos convertirnos en momias que, como Ötzi, sean solo un envoltorio sofisticado de información, que se puede estudiar, analizar y manipular.

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